I
las manos aferradas en las caderas de lo incierto,
las uñas clavadas en el barro seco de columnas que una vez resguardaron el techo que hoy uso de catre.
una invitación a pelear por aquello que más quise y el temor de pensar que ya perdí hace mucho.
II
el rechazo
ya no viene solo,
colapso inminente.
III
si no puedo señalar
más que con mi cuerpo desnudo,
sabré que mi norte estará enfermo.
que la permanencia me castigará con cicatrices.
que dos clavos oxidados
entre las venas más negras de mis pies mutilados
me obligarán a ver como se prende y se apaga el alumbado público.
que la cara mía, buscará a los astros mirando hacia abajo
dos enanas rojas coagulantes
(muy malas, por cierto)
que no vendrá a mi nadie señalándome con su cuerpo,
pues no hay norte,
pero si miedo.
IV
saber que no hay marco que sostenga el peso de la puerta que llevo a cuestas
y oír a las bisagras punzando de dolor,
mientras un picaporte de cristal se entierra en mi pecho
es asegurar,
por proceso de eliminación
que nadie oirá mis plegarias.
V
la represión como arma de doble filo,
morder las paredes es un mecanismo de defensa cuando las circunstancias lo ameritan.
la mandíbula alberga celosamente decenas astillas enterradas como tumbas en mi paladar.
los cuidadores no aceptan flores
y los muertos insisten en no ser recordados.
la lengua es víctima,
no victimario
le duelen los nervios y babearse.
hay una llaga bajo el colmillo inferior derecho que espera su caricia para reprocharle el dolor que le causó.
la lengua sufre de culpa,
la lengua es víctima,
no victimario
los cuidadores no aceptan flores,
y los muertos, olvidados.
mientras la mandíbula no responde a estímulos, sino a espasmos y orgasmos de bruxismo.
los dientes limados,
la represión como arma de doble filo.
VI
mil bocas muriendo sobre un mismo abdómen,
con el ombligo desangrando la misma indiferencia ante la cuota alimentaria sobre el piletón de la cocina, a la cual se le diluye la tinta entre tanto traste sucio.
tres paquetes de fideos oxidados, quemados
intentan escaparse por el desagüe,
pero son rechazados.
diagnóstico: trombosis provocada por coágulo conformado por cuerpos de pequeñas ratas.
podría hacer algo ahora, pero mi estómago se anuda a si mismo con partes de mi intestino delgado.
un diente que ignoraba haberme tragado
me descoce una úlcera que pacientemente bordé con hilos de cera.
novecientos noventa y nueve bocas mueren sobre un mismo abdómen,
la mía ya ha fallecido.
el estómago declarará su muerte por asfixia en algunos minutos
un papel en blanco y arrugado en el piletón de la cocina
y ningún lugar
donde caer muerto.
VII
galería de la urbanidad post-moderna: un blister de pastillas ordenado como una pintura de mondrian.
VIII
una gotera golpea reiteradas veces contra una olla marcando el inicio de centenas de rounds de boxeo en simultáneo.
las capas y capas de grasa enturbian el agua,
mi reflejo sub-expuesto con pedazos de animales muertos hace semanas me transmite mas confianza en mi mismo.
el horno está prendido hace días y la puerta invita a pasar a cualquier interesado.
los cuerpos marchitos se descomponen en mi reflejo
que va olvidándose poco a poco.
cae una gota en mi frente,
luego otra,
luego otra
y luego decenas a la vez.
la lluvia arde,
mientras que mi piel intenta persuadirme de que puede soportarlo,
pero yo sé que se muere de miedo.
me pican las vértebras, pero mis manos están enterradas en el cerámico de la cocina, los nudillos quebrados y las uñas aferrándose a las columnas.
yo sé que me estoy muriendo de miedo.
el horno explota de gas y me quema las pestañas, las cejas, mi mechón de pelo favorito y los labios.
trato de producir saliva para cauterizar, pero solo me nace vapor salado.
mi paladar está prendido fuego, pero el horno ya no funciona.
el vecino del piso de arriba, quien creí muerto hace semanas, tira la cadena de su baño.
siento caer el agua entre las paredes.
siento el techo desangrarse.
por suerte la olla sigue ahí cuando cae la primera gota.
fin del primer round.
K.O técnico.
IX
vivir en una heladera,
ver crecer los hongos desde adentro.