viernes, 18 de enero de 2019

403 forbidden

pienso que escribir es como cocinar una salsa.

yo nunca cociné bien.

mis salsas caen pesadas,
ácidas,

me queman la lengua cuando las pruebo,

reacción que lleva a segundo plano el dolor de los cortes en los dedos que sufro al hacerlas.

no hay consistencia en ellas, tampoco.

uso cuatro ollas distintas
uso cuatro hornallas distintas para esas cuatro ollas

y uso más gas del que debería.

las sirvo en cuatro platos diferentes y uso cada uno de los cuatro dientes del tenedor para cada uno de los vegetales.

mis salsas pueden consumirse únicamente en mesas que traen solo una silla consigo

y después de eso, solo dejan platos sucios 
que guardo bajo una cama desmontable que alberga sueños transitorios, ubicada como una isla en el medio de mi sala de estar.

despierto me doy cuenta que, de nuevo, nadie durmió a mi lado como yo lo hubiera querido.

y a pesar de que una silueta irreconocible yace a mi lado,
 hundiéndose entre la humedad de las sábanas,

los platos siguen sucios.

siento que debo mantener un silencio prudente entre palabras.

mis labios se tocan con el mayor de los cuidados,
el más sincero de los tactos

esperando el momento indicado para vomitar palabras erróneas.

a partir de este punto, ya no hay retorno.

en mis manos tengo entrelazadas las cintas de video que denotan que he vivido.

desmiembro el recuerdo tratando de hacer caer el cielo sobre mi, pero solo logro alentar el dia unos pocos minutos.

una mosca duerme en un hueco entre dos venas de mi brazo.

 una fila de hormigas pierde el sentido de dirección, volviéndose una espiral que acabará dejando sus cuerpos sin vida sobre todo lo que alguna vez prometí y aun no he cumplido.

tengo frío.

hay una ventana rota y doce cristales clavados en mi mano.
  no recuerdo que pasó.

las gotas se hacen ríos
  caen sobre la olla que aun no lavé.

prendo la hornalla 
 respiro mi sangre.

quito el espejo de mi baño porque no me gusta lo que veo.

hago de la cortina de baño, un vestido de gala.

los estrechos pasillos de mi living, aún libres de mi ropa sucia, ofician de pasarela, la cual recorro una y otra vez, esperando que alguien me arroje un ramo de espinas.

los ganchos de metal de la cortina de baño sostienen las bases de un piletón de cerámica lleno de agua estancada, que los gorriones beben para enfermarse.

para caer muertos de las ramas.

el viento arrastra los cadáveres lejos, mientras yo clavo mi nombre como advertencia en los árboles de un bosque que nadie va a caminar.

las heridas frescas
las rodillas que huyen del perdón.

un alud llevándoselo todo. 
  puedo palpar las plegarias que nadie oye.

las mías suplican entre tierra húmeda,
 se esconden bajo mi cama
  para lamer los platos sucios y guardar entre su cobardía, un dejo de esperanza. 

me consta que todo esto está pasando.

me consta que no puedo mirar atrás.







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