miércoles, 18 de septiembre de 2019

evidencia de la existencia de los viajes en el tiempo

a pocos metros de la ruta
las luces de los coches descubren y guían mis pasos de a ratos

y el viento me escupe ripio en las rodillas (enseñanzas del catolicismo más cliché)

 mientras desvisto la impaciencia de a tics ligeros.

bajo lo que quedan de mis uñas,

el olvido en forma de óxido
  deja entrever un cartel de SOS cuya línea no opera hace años.

 hay un hotel acá cerca, 
  en el medio de la nada

   donde las historias son siempre las mismas,

a saber: infidelidades con pretensión noir, 
     voyeurismos por circuito cerrado 

blablabla,

 las moscas alineándose en la retina de una de las tantas miradas amarillentas de una revista de hace mas de diez años que
  sostiene un encargado tratando de buscar el ángulo correcto, aun inexistente, donde se pueda ver algo que de un poco de aire a su libido muerta

  blablabla, 

las ventanas tapiadas, 
  el olor a la ausencia que siempre es humedad

 sábanas de polvo, desagüe por ducha, un mundo cansado.

el desayuno que se sirve a las nueve 

 y el comedor cerrado hasta nuevo aviso.

había un hotel, 
 allá lejos

los muertos no pueden ocupar un lugar en una sala que ya está llena.

la bandera a media asta
 por el río se hunden los cadáveres, saludando.

  ¿cómo luce la urgencia?

¿cómo se distinguen las caras entre la multitud?

las sirenas atraen pánico 
 el confort es para cuando todos estén dormidos,

 los mecanismos de represión, 
los mecanismos de la necesidad
            de alojar el deseo
        en donde no sea dañado,

 corromper los sueños que tuvimos cuando jóvenes por pérdida de fé.

conceder para después negar.

  en la cuna, en los brazos de quienes no distinguimos su rostro
 aun seguimos llorando.

por acá cerca, 
hay un local de karaoke con solo una canción 

  y estoy acá, en el medio del escenario

 emboscado por sombras que no conocen el silencio,

pensando
 que jamás voy a obtener un recuerdo de esto 

   más que la fragancia de la cólera reprendida que llevamos dentro.

 murmuro ante el micrófono las mismas palabras que muchas personas han dicho antes de mi, y que muchas más repetirán después  que yo

 todo para obtener el mismo aplauso forzado 
   
    y luego caminar hasta mi silla manchada con algo que huele raro, pero me es imposible distinguir el origen 


 y ver a alguien mas hacer lo mismo, abrazando la seguridad de lo perpetuo.
   
    ojalá la eternidad no nos conceda la gracia de ser por siempre.



 que extraño,
     hace más de dos horas que no pasa ningún auto.