prefiero los escarabajos,
no las aves que hurtan el dulzor prematuro de frutos de un huerto de plástico.
desearía sea infrecuente el afloje del agarre de los picos
y la consecuente caída de flores -ahora secas- que dejé
atadas al picaporte para avisar que pasé a visitar.
existiría, al menos, una ilusión de coronación
para los cardenales recién nacidos.
prefiero lo áspero,
no así la suavidad del terror.
las huellas se envuelven rápido en sí mismas,
apresurando perder el rastro.
dunas de sangre aminoran su marcha, pero no se detienen por completo.
la forma de tacto más aterradora es el deslizamiento.
si por la noche el fuego no canta,
el calor no es el mismo.
prefiero lo efímero,
no así los sonidos hondos que cada tanto tocan mi puerta a pesar de tanto tiempo.
desordenando frecuencias, fabriqué pilas de naufragios.
no es la luz la que llama,
sino que solamente se presenta.
prefiero imaginar las formas de aquellas cosas por venir,
no así enfrentarme al final de la vida útil de una mandíbula de madera.
una boca frágil
solo puede alimentar una hoguera por noche
y la fricción constante entre las sogas, hace muy difícil la permanencia.
¿podría trabar el mecanismo en una risa? aquel sentimiento breve y antiguo.
¿podría, también, despojarla de su nombre?
porque sino, sería muy difícil olvidar aquello que jamás puede ser roto.