a campo abierto
capón partido al medio
vacío el plato,
no queda más que sangre en la boca
de quienes narran las historias antes de la siesta.
el viento marca los bpm en la pata más corta de la mesa
mientras la puerta se cierra sola antes de que podamos cruzar teniendo ambas manos ocupadas,
otra vez nos hemos quedado con la cerámica bajo las uñas.
rasguñando despavoridos retazos de belleza fugaz,
desde el suelo distinguimos a las hormigas buscando cadáveres entre los laberintos de la maleza
desde la tierra vemos las hojas desprenderse, vemos la ceniza dibujando una advertencia en el aire
la radio secuenciando estática que acolchone el pensamiento,
el cuello, como albergue para quienes le temen a todo
comprendemos que ya no nos importan las hormigas queriendo masticar nuestros labios.
ahora, la sombra de los árboles han hecho metástasis con el cielo
a campo abierto,
distinguimos el horizonte por sistemáticos incendios de hojas secas.
el olor nos dice que es casi medianoche, las estrellas no se animan a contradecirnos.
el pasto mojado, el humo contaminando la cena que aun nadie ha hecho.
los pies se escuchan a fango,
los pozos son imperceptibles y el peligro es inminente.
los murciélagos chasquean entre nubes, haciendo nido en las cabezas de aquellos más altos.
adentro,
luz fluorescente, un mantel cubierto de migas de panes caseros de antaño
una televisión vendiendo diversión vhs en módicas cuotas,
el resto de la casa a oscuras,
el resto de la casa a oscuras
el resto de la casa a oscuras.
el alumbrado público aun no se ha prendido.
los automóviles avanzan con cautela ante lo desconocido.
nos adentramos donde el color del agua ya no sea el que recordamos.
no brindamos por el lenguaje a venir.
contamos las baldosas y hacemos recorridos de góndolas entre las separaciones de las mismas.
la canilla está abierta,
pero nadie quiere lavar los platos.
nadie ha levantado la mesa.
el viento, otra vez, cierra la puerta
nadie recordó que la llave quedó del otro lado.
¡aplausos secos!
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