I
morisquetas
por el humo que enferma la garganta.
los ojos,
cada uno en la palma de mis manos
donde las líneas ya son indistinguibles.
el cuello vestido
con paños fríos
mientras
las maderas
caen para arroparme,
la ruina doméstica
íntegra y eficaz.
II
entre
la pérdida,
no hay mejor
que saberte aun al lado mío.
III
la hora cae sobre
un banquete de pétalos,
mientras
es el diablo
el único que danza.
las furias aplazan el malestar
por no poder ver
más allá de sus
lágrimas
de sangre.
IV
brazadas
son calambres,
al fondo
del piletón,
del arroyo o del mar
la superficie continúa siendo inalcanzable.
V
las voces abren puertas de a susurros,
los mosquiteros
arqueados por entre las esquinas
invitan a pasar al calor que anuncia el fin de la siesta.