quiero darle un rostro al abrazo.
quiero
también,
rendirme ante
la fluorescencia indiferente
de un sector apagado y en mantenimiento.
cuando sea al momento, sabré que hice bien en desplomarme.
cuando sea el momento, sabré que la red de fósforos que llevo enredada entre mis piernas
ha comenzado a arder.
conozco
la costumbre del moho,
-irse hacia abajo es un oficio-
en la tierra, una señal de sangre
¿alguien comparecerá para acariciarme estando así de sucio?
creo que nadie vendrá a saludarme,
mi casa llena de palomas
quedará con los vuelos
cautivos.
y si me fuese más profundo entre las alcobas,
entre estas finísimas cortinas de cenizas que irritan la piel
¿mi sombra seguiría teniendo el mismo color que le di?
si mis dedos pintan amarillo,
entonces apenas tu cara se delate, quisiera volverla sol
y que incendie aquello que es sagrado.
ángel necrótico, calcinado
la búsqueda de tus huesos no será en vano,
los perros tercos ven más allá de tus alas chamuscadas,
y esa insistencia será vital
para la reconstrucción de tu credo,
¿podré vestir una máscara tuya hasta que emprendas tu regreso?
mi cuello será tuyo para que ejecutes tu venganza.