mi piel se hace remolinos cuando
mis pensamientos raptan la vulgaridad de lo cotidiano,
el amor
suena tan alto cuando
los acróbatas
acarician lo inalcanzable.
desplomarse es un ejercicio que siempre debe practicarse con los ojos cerrados
para no olvidarse el momento donde todo era posible.
la cacería siempre es la necesidad,
la sangre resbalándose de mis dientes es una consecuencia
de mis apocalipsis heredados
estallando antes de tiempo.
rompiendo el sigilo se quiebra el juego,
no hay nada divertido en lo automático.
hurto bromas
despellejo risas ajenas
el aire conoce mis palabras
traslado muecas a través de informantes,
el abanico de flores secas no empuja la espuma
de nuevo hacia el corazón del mar.
cada ángel de porcelana es un terror
cada centro de mesa en cada casa escondida arde
cuando pienso en nada
y en la posibilidad de ser salvado
y en lo pragmático que es evadir
cuando todo alrededor te daña.
quiero unirme a quienes bailan entre la sal
quiero ver arder mis pies
y contorsionar mis brazos
para confeccionar mi propio idioma.
la respiración arrea los costados de la cama
los cercos inútiles para mis sueños
en los que sigo cayendo
con los ojos cerrados
esperando que haya una red abajo
del mar de faroles cuyo calor
repiquetea en mis pestañas,
pero no me contiene
del todo.
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