lunes, 25 de agosto de 2025

el oleaje es un arrorró que entorpece el oficio de los buzos

de pasatiempo testeo la resistencia de los puentes
que nacen cuando, por accidente, una mirada se conecta con otra.

las tablas oculares tambalean casi siempre después del segundo,
luego, dos cachetadas imaginarias revelan dos perfiles -antes desconocidos-
que terminan por cortar la tensión.

en el medio,
colecciono el momento en el que lo sólido se desvanece en el aire
ahora, cuesta abajo, post-derrumbe
siento el pulso eléctrico expirar bajo un reflector que tartamudea
en el segundo acto de un escenario hipotético.
la vergüenza entra vistiendo el colorado del telón
ante una sala que se tapa los ojos.

en las vísperas del aplauso, las alarmas encrespan la mano antes de que ésta traiga el castigo,
la postergación es el exilio del movimiento,
el interín donde se derriten las fantasías.

los restos de los susurros ensoñados, por su parte,
suben y bajan por las canaletas de las orejas
hasta escaparse a media mañana.

a la hora de los nadies,
encierro en cajitas de fósforos el sol que todavía no gasté.
junto al pecho, descalzo, el mundo todavía es tibio
el mundo todavía es tibio.

el reflejo se envuelve en un capullo perlado,
es ese el aviso de que la posibilidad
de que el salvajismo pueda encapsularse en espejos
sigue latiendo, enredándose entre silencios hasta trabar las manos.

las muñecas raspan las urnas de los ojos
las olas se agrietan porque dejaste la luz encendida.
en ese blanco todavía existen las posibilidades, los otros finales,
donde los rostros transparentes que se mueven entre discreciones  
piden permiso para colarse en el presente.

mi lengua empuja hacia abajo
los restos de las sílabas que sentaron campamento
entre la curvatura de los dientes

hundo el buril, pico el hueso
que mellará la piel por contacto torpe.
el aire de la puerta entreabierta duele hacia arriba
pero desprende una canción de los radares diminutos que,
más adentro, abanica el sueño de la sangre.
mientras espero que todo lo que perdí siga,
de alguna forma,
conmigo.


martes, 5 de agosto de 2025

las estructuras del silencio

un siglo de energía dimos
para esculpir el nombre del norte.
los cuervos tomaban turnos para memorizarlo
mientras aprendían a despedirse del apego.

en cónclave y en nido de alta tensión,
monitoreaban la primavera. entremedio,
nosotros conjuramos el desarme.

acariciamos vidrio con las tibias,
a la vez que aprendimos a distorsionar las cadencias de nuestros sonidos.
más allá de los médanos, el entierro cincelado por las uñas reveló un rostro familiar. los días de un futuro extraviado.

el aviso del campanario fue el primer souvenir
del tropiezo de la tarde. los dientes de león se disolvieron hasta confundirse con las estelas de las turbinas del primer avión del que tengo memoria.

recuerdo merodear en las fantasías donde mordisqueaba el pelo de los gigantes para ver el desprendimiento de las fibras y el nacimiento de una nueva ciudad,
un nuevo enclave donde pudiera ser regente.

albergué todas esas pequeñas leyendas en la palma de mi mano
honrando la errónea creencia de que narraría por siempre las mismas historias.

el primer corte fue el que reveló la fugacidad de la mitología. las heridas siempre van en bajada. ahora solo puedo revisitar las pocas frágiles mímicas de coral hueco que aun siguen de pie e intentar recolectar el sentido imbuido en ellas hace tanto tiempo. 

por las perlas aprendí a ser orfebre, los guantes manchados
son el peso de la ejecución en el sueño de los asesinos,
allí, con las encías licuadas,
supe quien amó primero.

mi voz es un velo calcificado
buscando encauzar al estómago de sensaciones exógenas.
el ruido trata de esconderse por su timidez, mientras mi mirada
intenta santificar a la espalda como la tierra de las cruces.

ahora sé que no me importa si las puntas de mis dedos estallan, o se derriten,
quiero inclinar mi cuerpo y ofrecer el poco calor que tengo para intentar volver a iluminar a quienes se han apagado.

antes de extinguirme, quisiera volver a tener la mano brotada de cardenales
cantar a través de ellos y sentir el vuelo encapsulado entre las fibras chamuscadas de mis músculos.

quisiera guardar mi cariño en placas de petri y que prolifere; tomar las muestras y suspenderlas como santuarios para poder cerrar los ojos y sentir que todos están junto a mi.

quisiera sentir el aroma doblarse  -señal que anuncia el comienzo de los caminos- recolectar un puñado de flores primitivas y, con los tallos, desempapelar la ciudad buscando un rostro amigo.