de pasatiempo testeo la resistencia de los puentes
que nacen cuando, por accidente, una mirada se conecta con otra.
las tablas oculares tambalean casi siempre después del segundo,
luego, dos cachetadas imaginarias revelan dos perfiles -antes desconocidos-
que terminan por cortar la tensión.
en el medio,
colecciono el momento en el que lo sólido se desvanece en el aire
ahora, cuesta abajo, post-derrumbe
siento el pulso eléctrico expirar bajo un reflector que tartamudea
en el segundo acto de un escenario hipotético.
la vergüenza entra vistiendo el colorado del telón
ante una sala que se tapa los ojos.
en las vísperas del aplauso, las alarmas encrespan la mano antes de que ésta traiga el castigo,
la postergación es el exilio del movimiento,
el interín donde se derriten las fantasías.
los restos de los susurros ensoñados, por su parte,
suben y bajan por las canaletas de las orejas
hasta escaparse a media mañana.
a la hora de los nadies,
encierro en cajitas de fósforos el sol que todavía no gasté.
junto al pecho, descalzo, el mundo todavía es tibio
el mundo todavía es tibio.
el reflejo se envuelve en un capullo perlado,
es ese el aviso de que la posibilidad
de que el salvajismo pueda encapsularse en espejos
sigue latiendo, enredándose entre silencios hasta trabar las manos.
las muñecas raspan las urnas de los ojos
las olas se agrietan porque dejaste la luz encendida.
en ese blanco todavía existen las posibilidades, los otros finales,
donde los rostros transparentes que se mueven entre discreciones
piden permiso para colarse en el presente.
mi lengua empuja hacia abajo
los restos de las sílabas que sentaron campamento
entre la curvatura de los dientes
hundo el buril, pico el hueso
que mellará la piel por contacto torpe.
el aire de la puerta entreabierta duele hacia arriba
pero desprende una canción de los radares diminutos que,
más adentro, abanica el sueño de la sangre.
mientras espero que todo lo que perdí siga,
de alguna forma,
conmigo.