planicie acongojada por miedo a la devastación (soy)
haciendas áridas -refugios míos, los árboles secos-
derrumban mares,
la sal espesa
persuade a mi piel para evaporarla,
mientras hago de mi espíritu, un orinal.
-rancio-
hago asco a la pigmentación,
mi hueco ha de ser sombra.
tierra húmeda, sinónimo de vida
es el fuego quien te vuelve eterno, sellándote
y es la finitud lo que pudre tus cimientos.
arquitectura en desuso,
un deshuesadero es mi alcoba,
carencia de músculo
mis sueños son una canilla que gotea a las cuatro de la madrugada
y gotea
y gotea
y no se detiene.
mi deseo es quien irgue el desastre,
yo solo prolongo esa tensión previa que late cual cadáver insepulto.
-desvistiéndome de rosas, llenándome de puás el cuerpo-
mi refugio ante mis causas es subterráneo,
mis manos cercenadas, cavan bajo un umbral,
esperando hallar una cuarta bisagra en la abertura de mi pecho débil
cuyo chirrido agriete mis dientes
así adormezco,
así destrozo mis labios,
haciéndome eco escapándose por las comisuras de los mismos,
llorándome, llorándose, como sea.
es que la ausencia mía es una impresión en la identidad
de las yemas de mis dedos fatigados,
ardidos por sostener sogas a modo de contrapeso,
para telones de teatros vacíos
cuyo único interprete era yo,
sobreviviendo.
es que verbalizo mi intermitencia, mi inminencia
que es este momento,
este instante,
esto que duele, que me duele,
que nos duele
a mi y a mi sombra
a mi y a mi cuerpo
a mi y a mi tierra
a mi y a mis dientes
a mi y a mis mares
a mi y a mi presencia.
mis deshechos,
hurgando en la cloaca que es mi alma
ahogándome de asco,
asco, asco, asco ascoascoasco
regurgito mis sobras
-mis sombras-
ni a la más mísera de las penas habré de seducir así
pues ¿quién me daría cobijo?
si habitarme a mi mismo, ampararme bajo una empatía artificial
incluso a mi me hastía.
no hay quien, ni donde, solo asco
asco y miedo
y mi cuerpo estampado ante un presente al que le es indiferente
si está o no,
es eso, quizás
¿estoy o no?
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