lunes, 30 de octubre de 2017

¿cómo agradecer lo que nadie me dio?

una cabra
   marcada para morir

(traduzco: una X en la frente, una soga en su cuello y los ojos vendados viendo (o no) como el sol se esconde bajo su párpado cercenado)

gime como última súplica.

yo solo la oigo.

ay, no sé.

¿la oigo yo solo? ¿o solo la oigo?

el fordismo es el más despiadado de los asesinos seriales, pienso

mientras mi plato hondo es féretro
y las pezuñas hirviendo, ofician como certificado de defunción.

claro que no temo por represalias divinas,
     mi hambre feroz guarda el velo más respetuoso de todos.

me he comportado bien, ¿no cierto?

entonces,
¿por que duermo sin mostrar mi rostro?

así nadie puede enamorarse de mi mientras sueño.

¿y por qué los párpados pesan como el plomo?

hay pólvora naciendo por los restos de mi llanto
y mi parpadear, bajo esa lógica

te asesina veinte veces antes de verte, si quiera

ay, el astigmatismo.

no hay receta para ver, tampoco para mostrar mi rostro

y es que, ay, tragué litros y litros de insecticida,
me exfolié con glifosato 

y dormí sobre una caldera de cera.

pero aun me siguen mordiendo en las mismas heridas,

polillas de dos cabezas y cucarachas sin antenas,
aquellas que no saben más que de la soledad,

hurgan lo único que puedo llamar realmente mío.

los amparo bajo un ala que es carencia,
que son mis sobras

me erosionan, 
adentrándose por las grietas de mi piel reseca

(cada vez mas prominentes)

mientras se cuelgan de mis pestañas como si fuera un balneario,

y yo lloro,
pero juro llorar tanto, que
que

que es que la miopía
ay ¡las migrañas!

y un hueco que crece en el hueso de mi mandíbula inferior,

y mi corazón, la guarida de la vergüenza, 
que guarda un rencor infinito.

pero me he comportado bien, ¿no cierto?

¿entonces me regalaran una noche sin dormir?

una noche en donde mi espalda no se raje
y el vinagre no caiga sobre ella

mientras el cuarto de mis padres explota.

solo pido no ser cirujano, asistente, anestesista y paciente al mismo tiempo.

hay una paloma decapitada a mis pies,

no tiene marcas en su pecho, ni en sus patas, ni una soga atada al cuello, ni una cuchilla clavada al pico,

tampoco dicen nada quienes la descomponen.

a lo mejor fue prematura su partida,
pasa que en este barrio pasan estas cosas ¿viste?

son todos unos hijos de puta, pero la cosa viene así de hace rato, eh, no es cosa de ahora, no te creas ese verso

¿y que le vas a hacer?

ráfagas de ciento treinta y cuatro kilómetros por segundo que hacen volar de nuevo a los restos de susodicha paloma,

mientras las larvas llueven sobre la gente mediocre

y así, todo empapado, entiendo que todavía hay esperanza.

según la frenología cuento con la curvatura craneal de una decepción,
de un huérfano o de una simulación estándar de un sistema de computación anacrónico.

la posibilidad de elegir es lo que construye las bases de una democracia sólida

yo no elijo no tener rostro,
pero soy fiel creyente que dar lo que uno no tiene

te hace mejor que los demás.

y es que me he comportado bien ¿no cierto?

dios, pero que a veces realmente se torna demasiado complejo
y aburrido

escribir los mismos eufemismos para decir que me estan devorando el rostro

para decir que mi mandíbula cuelga de una ínfima fila de dientes podridos

que mi ventana siempre está abierta
pero que no importa, no importa en lo absoluto porque el sol ya no quiere verme,

que el taparollos de mi persiana está infestado de vagabundos que han cortado el cordon de susodicha persiana para cubrirse los ojos y no ver la miseria que los rodea

y que duermo con la cabeza bajo susodicha persiana con la esperanza de que caiga y me degolle mientras veo como se pelean dos perros callejeros famélicos por las cinco crías de un gata atropellada

y para decir que es todo lo mismo 

ya sea la venus de milo desnudada por sus propias manos

o cristo lamentándose por no haber cargado una cruz mas grande

dios (¡ja! que ocurrencia)

mi ropa toda devorada guarda el nombre de quienes me han hecho esto

mi mirada es un escuadrón de fusilamiento

me veo tanto
me veo tanto
me veo tanto

devoro mi almohada de la impotencia que es verme,
que es no verme

que es querer tanto y detestar tanto

y aburrirse de todo

de decir siempre lo mismo,

de lo aburrido que es es decir 

que ya no puedo 

y que si lo sigo haciendo 

es solo por la esperanza, por las sanguijuelas que me chupan los órganos, por los desamparados que me comen el rostro

por marcarme la frente con una X

por ponerme una soga en el cuello

por tragarme un calibre que tenga el número impar

por mis ojos vendados viendo al sol que no quiere verme (el valor de la auto-determinación)

y por no gemir,
por no gritar,
ni rogar

como última súplica. 

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