lunes, 5 de marzo de 2018

de cuando nos miramos a los ojos y nos dimos por vencidos

girnaldas,
ya son ocho años.

mi nombre mal deletreado

y la carencia 
que llora sangre de mi boca

mientras hay un caso de asfixia múltiple en un inflable.

aún practico autopsias al momento de soplar las velas,

el juicio de miradas,

el canto descoordinado,
mi nombre mal dicho

los mas viejos ensayando la muerte,
     mientras los mas jóvenes linchan a su par mas débil.

la falta de acuerdo hace sugerir que jamás recordaremos esto.

¡ey! oigan llorar al payaso,

véanlo tomar licor barato de un vaso de plástico con la cara de mickey mouse
con todo el maquillaje blanco escapándose de sus manos.

la ilusión 
convertida en la confesión de todas las tristezas.

asesinato de primer grado,

la primer huida de la inocencia.

me desmayo bajo la mesa
por la claustrofobia que significan tantas piernas

privándome de mi libertad.

me despierto en el baúl de un auto.

oigo esos mismos gritos
que no me han dejado dormir por dias,

la especulación es cuenta corriente.

ahora, el auto frena súbitamente.

y oigo dos portazos,
  que me cortan cada uno, sin saberlo, una parte del cuerpo.

llueve cerámica.

y atisbo un plato de arcilla que hice 
para no volver a comer del estómago de la vaca,
                  resquebrajado en mil pedazos.

ya no me hago ilusiones de nada,

me llevan donde quieren como presa
y es inútil mostrar resistencia

porque por más de que tenga la espalda rendida ante el suelo,

nadie va a notar que estoy ahí.

alguien enciende el motor,
alguien aspira derecho del caño de escape,
alguien llora

y no sé por qué, siento que todos podrían ser yo al mismo tiempo.

alguien me dice que vamos a estar mejor lejos
y me piden perdón por no poder salvarme.

alguien me encuentra 
acurrucado en el baño, abrazado a una cañería rota.

yo pido perdón por no haberme escondido mejor.

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