miércoles, 30 de mayo de 2018

ya no recuerdo que tendría que estar haciendo ahora

no sé hace cuanto,

en mi habitación
erigí una pared en la que tallé mi altura

cinco años, un metro once
seis años, un metro dieciséis
siete años, un metro veintitrés.

otra pared en la que dibujé todo lo que deseaba

y bajo el colchón de mi cama,
un sommier que nunca quise porque me costaba refugiarme bajo él,

bordé palabras que no entendía

y tallé en las patas aquello a lo que le tenía mas temor.

y era horrible.

habiéndome cortado con una gillette el rostro, tratando de emular a mi padre

dejándome cicatrices en las mejillas,
por donde mi lengua asomaba,

recuerdo yo, intuitivamente, haber corrido bajo la cama como si fuesen los brazos de mi madre.

en lo que yo pensé que fue mi primer despliegue de independencia,
lloraba por un miedo sofocado por la vergüenza de no saber

de leer las palabras mal bordadas, mal escritas
y no tener idea,

no tener idea de nada.

de sentirme estúpido, de sentirme tonto porque me veía a mi mismo con las manos llenas de sangre, las mejillas cortadas y mi lengua que perdía su calor húmedo por el aire que tajaba mis papilas gustativas de sequedad como arena.

y después voltearme

y leer en cada pata aquello que soñaba cada noche
que me hacía llorar

y que como pensaba ser independiente, no podía ir con mi madre para que me dijese que estaba todo bien, que solo fue un mal sueño

y lo peor es que lo sabía,

pero también

¿como podía dar por sentado que algo entre el borde de la cama y la pared, en ese espacio que dejaba para ver la oscuridad, no me iba a agarrar del brazo y acogotarme en un silencio en el que pensaba solo mis pupilas podían gritar hasta reventarse?

ocho años, 20 centímetros,

una temporada bajo el galpón de las sábanas

aquellos hilos que picaban e irritaban mi piel
que jamás se recuperó.

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hoy veo mis muñecas
minadas de pocillos en el que vierto el té mas agrio,

y pienso que mi altura ya me da lo mismo

y todo aquello que quise alguna vez
se derrumbó

para enfrentarme cara a cara con un cielo que jamás deja de llover.

por detrás de mi casa
hay un río que se esconde entre los yuyos que me quemaron los brazos,

los guantes comidos por las polillas

y el agua turbia, con costillas quebradas de ramas caídas
hinchadas, podridas

acariciándome los tobillos, raspándome.

las gotas caen sobre las cuencas de los ojos podridos de un ganado famélico, perdido
que va donde el río le dice.

corro para anunciar lo inevitable,

mis piernas pesan, hay lagunas negras en mi piel de porcelana rota.

el umbral de mi puerta tiene mi reflejo prohibido,
frente mío hay una campana rota para ensordecer a los perros,

pero ya el río se los tragó a todos.

mi voz queda sola entre tanto eco,
siento hervir la cerámica de ausencia.

hay una puerta de chapa que no cierra, adentro, un foco con el filamento partido.

pero claro, yo no sabía eso.

por lo que entonces, hay una puerta de chapa que no cierra.

mis manos se apoyaban sobre el marco del metal pintarrajeado de verde,
mi hombro se empujaba contra la piel, la que empujaba contra la puerta

mi dedo índice miraba hacia dentro de curioso.

castigo ilustrado.

yo lloraba, con una costra de óxido alrededor de lo que me faltaba de dedo.

mi hombro seguía empujándose, mi piel seguía haciendo presión

yo lloraba más fuerte para que se dieran cuenta.

mi padre sacrificó sus uñas para abrir la puerta que por fin había cerrado para buscar lo que yo mismo me había arrebatado.

entre tanta humedad mi piel ya se había arrugado,
hacían 45º ahí dentro

por la noche caían pequeñas lluvias que bendecían a las ratas refugiadas que se escondían entre mis juguetes viejos.

mi padre se encerró para pelear por lo que era mío,
yo creí jamás volverlo a ver,

pero no me importaba 

corrí hacia un piletón en mi cocina para verter mi sangre, mientras mi madre me gritaba agarrándome de los brazos, tratando de arrastrarme hacia el auto, diciéndome que todo iba a estar bien.

pero yo no quería.

me encerré en el baño mientras mi sangre se iba por las delimitaciones de las baldosas hacia una rendija que llevaba por debajo de mi casa.

mi padre vio llover mi sangre y yo nunca me di cuenta.

mi madre golpeaba la puerta.

yo revisé todo el botiquien esperando encontrar un dedo de repuesto, o algo que me diera alivio, porque ya sentía que el óxido estaba cicatrizando, creando un dedal que terminaría en infección,

pero claro, yo no sabía eso.

no mucho más recuerdo de entonces:

-un blister de medicamentos que tiré por el inodoro.
-una huida de urgencia a la guardia,

-el astigmatismo provocado por la intermitencia de las luces de hospital

-las puertas del quirófano que abrían pacientes con sus abdómenes desnudos,
-su sangre no compatible
-llanto
-linchamientos a médicos

-gente de recepción que jamás atendía los teléfonos

-ambulancias con sus neumáticos robados

-una antitetánica

y a mi madre preguntando que como me pasó
que donde estaba mi padre

y yo, que no sabía, que me dolía y que no sabía si iba a volverlo a ver, pero que no me importaba.

nadie dijo mas nada,

ni al llegar a casa,
ni al cenar
ni al dormir.

nadie supo que ese día dormí bajo la cama de nuevo, nadie se dio cuenta que aún tenía las mejillas cortadas.

nadie supo que de noche comenzó a llover
y que jamás paró.

mis pies descalzos, llenos de barro, sienten la cerámica helada.
mi voz no tiene respuesta ni de si misma.

todas mis paredes las ha derribado la corriente,
mis padres, ausentes

y yo, ahora, tocando las cicatrices de mis mejillas, viendo como mi lengua cae muerta

pienso que hay aquellos que dicen saberse de su pasado, pero dicen afianzarse al presente ante todo

¿quieren saber lo que yo sé?

de mi pasado 
nada.

¿quieren saber a que me afianzo?

de mi presente
a nada.

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no hay mucha diferencia en tallar todos tus anhelos de inocencia en tu primer hogar, a flotar como ganado muerto entre escombros, arrastrado por la corriente de un rio turbulento producto de un cielo que jamás dejó de llover.

lunes, 14 de mayo de 2018

anecdotario de como pienso que va a terminar todo

son las 5:38 AM.

hace dos días no me levanto de la cama.

recreé figuras humanas con aspecto similar al de mi reducido círculo íntimo
con los desechos de mi incontinencia urinaria y fecal

solo para no olvidarme de como lucía.

huelen mal
como yo.

una costra de mugre queda inmortalizada en las sábanas que no cambio hace diecisiete meses

hay agua salada en la almohada, fermentándose

y envases rotos de cervezas que consumí calientes y acostado 
mientras el techo me decía y me repetía que si yo estaba así, era por gusto no más.

mi colchón es un cenicero
y casi me auto-inmolo en 5 ocasiones

pero no me causó tanta molestia porque dejé la ventana abierta en medio de una inundación que se sucedía afuera, pero yo ignoraba.

ahora no puedo hablar sin tiritar, 

una secuela y un aviso de una potencial hipotermia, supongo yo.

son las 5:40 AM

y me estoy levantando de la cama,

toco tierra firme por primera vez en más de 48 horas y siento una electricidad que parece arrancarme los tendones,
primero el izquierdo porque intuyo que hoy no va a ser un buen dia.

mi alfombra está gris de ceniza
con centenas de lunares negros encima de ella, pululeando de acá para allá.

los pies están cubiertos con medias que no ocultan la mordida de las pulgas

y no caminan de no ser por las manos, agarrando los gemelos petrificados para marcar el paso.

ahora,

esos mismos pies con esas mismas medias
están mojados, están mojadas

y mis rodillas imitan dos colillas de cigarrillos acabados, destrozadas, maniatadas y mojadas (de nuevo).

mis pies húmedos,
blanquitos de aislamiento con venitas negras de úlceras

piden clemencia,

mientras mis piernas, amarronadas, llenas de quemaduras, cortes y hematomas 
solo están exhaustas de haber caminado tanto.

son las 5:43 AM.

mi cabeza está anudada por finitísimos hilos de porcelana que no pasan por el umbral de la puerta.

hay un hilo en particular que me lleva o al menos trata de guiarme
pero no sé a donde,

no sé si quiero seguirlo

sé que hay algo que tira, que tira, empujando mi pecho a salir de la pieza,
pero no sé a donde,

no sé si quiero seguirlo
no sé si queiro salir de mi pieza.

y no sé donde termina este dolor esto que tengo dentro,

es decir,
estos mismos pies con estas mismas medias
mojados, mojadas

y una filtración en mi cocina que da refugio a toda esa lluvia podrida que no sabe donde caer muerta
y que mata la madera de mi piso

y la achicharra

y la desprende

y hace que me corte estos mismos pies
y raja estas mismas medias

y tiñe de sangre el piso lleno de recortes de diario del dia en que naci donde guardaba mi esperanza.

son las 5:48 AM.

estoy tirado en el suelo, hundiéndome a medida que entra la lluvia.

mi mano 
toca mi pómulo derecho.

lo toca como quién acaricia un televisor con un martillo.

un lado de mi cara está ahora mas dentro mío,
lo siento,

siento el hueso astillado intentando penetrar a la fuerza mi mandíbula,
mis encías sangran

mientras mis dientes se desentienden del asunto.

en mi pecho
tengo en exhibición
un tenedor y un cuchillo clavados minuciosamente,

toda la vajilla resquebrajada, pulverizada, sobre mis clavículas
como querubies de loza

y el plato más caro, descendiendo dificultosamente por mi tráquea.

son las 5:56 AM.

me convenzo a mi mismo de que si pudiese viajar al pasado, haría las cosas mejor, pero en el fondo sé que es mentira.

son las 5:57 AM.

son las 5:58 AM.

son las 5:59 AM.

estoy entredormido.

al agua comienza a querer entrar en mis fosas nasales y en mi boca,
yo solo respiro.

repito mi nombre para no olvidar que a esto lo merezco,

no voy a llamar a nadie porque temo ahorcarme con el cable amarillento de un portero que no funciona,
además en la calle ya no hay quien viva.

el agua sube por el ascensor.

miro el reloj, 
son las 6:00 AM.

afuera hay gente que lo perdió todo.

me encantaría que sepan que acá dentro también.

caigo en cuenta que no hablo, sino que susurro como telegrama.

lo importante es conciso, o sino solo es poesía con la que nunca vas a llegarle a nadie.

y yo hurgando en mi pecho para dar lo mejor de mi,
solo consegúi llenarme las manos de bilis negra.

no crean en lo que las poesías les dicen.
no crean en lo que les hayan dicho.

porque la poesía es esto.

es la cabeza sepultada en un agujero que es húmedo, que huele a tierra infértil
que está lleno de todas las veces que te desilusionaron cuando eras pequeño,

de todas esas veces en las que estuviste al borde de la muerte,

de todas las veces que te rechazaron,

de todas los momentos en los que no fuiste suficiente.

de todos los momentos en los que decepcionaste a otros

y de todas las veces en las que te decepcionaste a vos mismo.

son las 6:02 AM

dos tiros que fueron disparados a dos cuadras de mi departamento me despiertan, pero al no ser mi cavidad torácica la dañada, no me alegro.

las sirenas penetran en mi cráneo como un torno.

quiero ignorar como va a terminar todo,
no quiero despertarme nunca.