lunes, 16 de julio de 2018

(untitled)

I

hay siete dagas clavadas en el mismo punto del pecho de una figura de la vírgen.

los mangos de las finitísimas armas
tienen un rosario enredado entre sí con la cuerda desgastada, a punto de cortarse. 

el confesionario vacío se traduce en que ya no queda nada más por qué rezar

¿y por qué rezar?

los largos bancos de madera hinchada aún guardan las hendiduras de las rodillas más frágiles.

hay una pared que anuncia la ausencia de un crucifijo.

el rosario se rompe
dejando caer sus cuentas que se esparcen como granos de arroz viejo por el corredor.

no hay padrenuestro,
no hay ave maria,

la sangre de los ojos de la vírgen

se escapa por las rendijas de un desagüe, mojando mis pies a su paso.

las dagas se desprenden y se incrustan en las varices de mi pie izquierdo
al mismo tiempo que la estatua cede por demolición planeada,

la sangre se contamina y ya no se traduce como nada
no se entiende como algo,

porque ahora mismo podría ser la última manifestación de lo divino

o bien,
desechos del baño tapado de una estación de servicio escondida en el medio de la nada, que buscan salir al mundo. 

II

hay quienes no se saben como alguien,
luego estoy yo, que no dejo de repetir la ausencia que significa olvidar decirse.

estando acá,
queriendo irme.

existe la urgencia de quedarse quieto al borde del mundo

con la boca atada por alambres rotos y re(h)usados

que lo único que asegura es que la voluntad sea,
inevitablemente,
quebrada

así al caer, 
nadie se dará cuenta de que verdaderamente me he hundido

y he tocado fondo.

así, pasando los días distinguiendo temores entre los temores,
evitando hacer frente a la idea de hacer frente a algo a lo que le temo.

soñando con un hombre, que entiendo que soy yo,
   el cual entierra su mirada entre los restos de un jardín infértil

prometiendo 
  jamás volver a caer
  
en el horror que significa buscar un hogar en el que ya sé que no queda nadie

y estar ahí
  y querer irme.

III

extender mi mano
para que la picoteen los cuervos

e interpretar disonancias con mis venas abiertas.

ó

dar mi espalda como ofrenda
para que aniden los ecos de lluvias más duras.

no hay diferencia.

no hay forma de no doler al ofrecerse.

IV

re-ordeno trozos despedazados de viejas fotos familiares mal encuadradas.

todas las personas que no conozco, 
que no recuerdo,
que me alzaron en brazos

portan sus rostros cortados.

toda mi familia
decapitada

y yo, ahí
en los brazos de nadie,

mirando al cielo.

V

toco la noche con las mismas manos con las que me aferro a la miseria.

cuento las manchas de humedad sobre mi almohada
imaginando pinturas de un mundo flotante entre las manchitas de moho.

mi ventana da a un pulmón de un edificio que sabe bien como esconder el horizonte,

mientras otra ventana, en paralela a la mía
alberga una cocina inundada.

una luz sucia alumbra las pequeñas oleadas de agua podrida,
  una luz casi tan sucia como esa cocina

una luz que en su pantalla guarda guarniciones enteras de insectos que volaron hasta quemar sus alas.

por los espacios de las baldosas de mis paredes
filas y filas de hormigas caminan y organizan como tomar control de las sobras de una cena de la cual no probé un bocado y dejé morir a la intemperie hace ya dos semanas.

hay moscas volando sobre el cadáver de mi gata, que estaba harta de esta vida.

toco el interruptor de la luz de mi cocina con las mismas manos con las que toco la noche, que son las mismas con las que abrazo a la miseria.

y la abrazo por no saber de algo mejor.

la noche me quema, me corta, me arde, me escupe en la cara y me arroja desde la terraza de mi edificio.

la miseria solo mora.

la miseria solo mora, mientras la pantalla de la luz va hacinándose de cuerpos de insectos caídos, 
atraídos por la idea de un calor mas intenso

la miseria solo mora, mientras los platos comienzan a llegarme a las rodillas
  y el desagüe colapsa en mi cara.

la miseria solo mora, mientras la abrazo aún mas fuerte,
  mientras me resbalo de ella

y caigo en un agua sucia, casi tan sucia como la luz, con las moscas migrando del cadáver de mi gata, que se descompuso hacia el piso de abajo, con la misión de tapar el sol

y el edificio de enfrente, bien sabe cubrir el horizonte

y la miseria solo mora, mientras la noche arde, arde, arde,
  y me asfixia

y me ahoga arrastrándome a un punto donde no existe mas que agua, mas que platos y donde la luz, bien se ha quemado o finalmente alcanzó el cupo de insectos practicando adoración post-mortem necesarios para privarme de brillo.

después de eso, ya no queda mucho más,

la noche sigue ahí,
  presenciando como alguien más ve mi cocina desde una ventana.

VI

¿era esto, entonces?

ambos sabíamos que no era suficiente.

VII

entre los escombros
hay algo que no distingo, 

mi nombre entre los cimientos.

las labios cocidos con cera 
murmuran una canción que cantaban en la infancia del mundo.

los ojos se pierden más allá de los párpados para ver destellos que les devuelvan la esperanza.

de mi boca emergen gritos,
que perdiéndose entre las viejas paredes de mi primera casa,

crean ecos que asustan a los carroñeros.

la última silla en pie, con mi nombre tallado en su respaldo, 
me ofrece una vista privilegiada

de los últimos días.

VIII

tu boca no dispara
porque duda.

IX

01110011 01101000 01110101 01110100 00100000 01100100 01101111 01110111 01101110.

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