viernes, 27 de agosto de 2021

de como jugar un juego basado en la formalidad y la discreción y perderlo todo después del primer turno

pequeñas luciérnagas incendiarias
recorren las empalizadas improvisadas

que erigimos para resguardarnos de la noche.

caen
exhaustas
como plástico derretido

aferrándose como costra
a una piel
endeble

que es mía.

tersura chamuscada,
el tacto mareado

¿dónde poner la coordenada para diferenciarme?

¿cómo orientarme?

si ya no veo.

agua helada
ca
  yen
     do
de a escupitajos,

media entre el ardor
y los ojos apretados por voluntad ajena

logrando una concesión

 para el cese de las hostilidades.

una hoguera
a lo lejos

dibuja siluetas propias de un tenebrismo meticulosamente trabajado.

una polilla diminuta
se disfraza de demonio al otro lado del pueblo

sus alitas de poliéster

aletean en vano

confeccionando una danza
 que es la ejecución precisa de un vuelo interrumpido

que corta brisas de aire seco como rompevientos.

un mástil ahuecado
al centro,

izado a media asta

el mantel en el que merendábamos cuando niños.

en el pecho, manos aferrándose a lo que pueden
en pos del recuerdo.

tantos mártires,
repertorios de una tristeza cíclica
e inevitable

y la ausencia de un espacio

que en su propuesta
de un abandono definitivo,

advierten como automatismos programados,

el fin de la era de la adoración.

las estéticas del auto-engaño,
encriptadas

subastadas

una mente colmena que replica
un vacío perpetuo
que es la estática

de la misma estación de radio

abandonada hace más de dos décadas.

las empalizadas quebradas
por una belleza fugaz, violenta y efímera.

los hilos
de las bolsas de cenizas que cargo

se amarañan entre mis dedos
y dejan marcas

que parecen inscribir 

un pedido de auxilio

en una piel
a la que el tacto le es ajeno.

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