no quiero volver a limpiar costras de ceniza del cenicero
de santa teresita
mi abuela me va a preguntar de nuevo
ah, ¿seguís fumando?
¿cuántos estas fumando por día?
¿y cuando vas a dejar?
y yo le respondo
y abuela, no sé, estoy tratando de fumar menos.
cielos, nubarrones, lluvia diluyendo en el parque de enfrente.
no es que no me dé cuenta de lo mal que me hace
el tabaco,
lo que pasa es que las cosas cobran otra nitidez.
frente a una conversación, el humo que escupo enaltece
mis palabras magras
y frente a eso
no hay
resistencia que pueda llegar a oponer cuando me dicen
cosas como
che, ¿no tenes un cigarro?
en medio de la calle
yo
y la otra persona
pidiéndome un cigarrillo mientras mis labios tiemblan por solo acariciar el paquete en el bolsillo
mientras le ofrezco uno
y me dejo uno para mi.
sábado. 4am. no hay cuarto a donde ir y sigue lloviendo.
somos cinco personas en la vereda y frente a la ausencia de un paraguas
el razonamiento arma una cadena de pensamiento que finaliza con la siguiente
orden: ¿y si armamos un carpusa con el humo de nuestros puchos?
vetas grises que se cosen sobre la punta y dejan una cúpula
que deja el pelo seco
áspero
al tacto
y hay una vibración que quiebra el silencio
que proviene desde mi bolsillo
¿hola abuela?
hola querido, ¿ya dejaste de fumar?
Escrito con Palabra Hueca
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