si atenúo mi deseo
a solo aquello que cabe en mis manos
sería mía entonces, la posibilidad de desenredar el ruido
para volver a enhebrarlo bajo mis propios márgenes
y con paciencia
confeccionar cada una de las plumas
de los ángeles que -como terminales eléctricas-
me ofrecerán el regalo de la profecía mediante descargas.
los dientes sacan chispas delicadas raspando el óxido del pulmón de hierro,
mecanismo manual que empuja este aire sintético hacia dentro
enseñándonos la tensión del cableado ornamental que sostiene al corazón delante nuestro.
dagas de vidrio térmico se hunden una tras otra en un hígado a punto de ebullición
más rápido! más rápido! más rápido!
quiero cauterizar mis labios en las hendiduras
más rápido! más rápido! más rápido!
¿podría aprontarse el deseo? ¿nadie ve que el anhelo ya es urgencia?
quiero arder si eso significa caricia
quiero arder si eso significa vestir el rojo del beso de los párpados queriendo hundirse uno sobre el otro
quiero arder,
solo por que sí.
quiero ser aquel porta bendiciones,
aquel que entregue esos milagros de bolsillo,
esas fantasías tan brutas e irresistibles como
los bruscos merodeos de tactos tan gentiles
que nos hacen sentir como si estuviésemos a la deriva.
tan fácil sería,
casi como envolverse en el vuelo de un gorrión invencible
y propagarse a través de la quema de las matas.
los vientos son vehículos por los cuales los cuerpos caen
para aquellos alrededor mío: ¿estoy cayendo con ustedes o caigo sólo por mi cuenta?
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