miércoles, 23 de abril de 2025

unción de los enfermos

soy un ensamble apedreado esperando el desborde,
sin dones, solo encallándome en la posibilidad
de poder ser mejor mañana,
de buscar una luz entre los escombros de las casitas de mimbre que hice para marcar donde moría la ruta.

volví al hábito de dibujar con el dedo el comienzo de la lluvia.
cerré los ojos esperando escuchar ripio en sueños,
pero no pude dormir pensando en la idea de que quizás ya habías pasado por acá.

¿qué tengo que hacer?
el remedio casero para las moscas no agarró ni una
¿tengo que aprender a hacer fideos caseros ahora?
remodelé la ducha para convertirla en catedral
le perdí práctica a la plegaria, pero la culpa sigue intacta.
no puedo vestirme de gritos
tengo la garganta débil. ¿tengo que dejar de fumar?
creo que mi planta se está muriendo conmigo
¿el reloj del comedor sigue marcando mal la hora?
me siento un rumor intentando sabotear lo genuino de la conversación que tuvimos, la que advertía que algo hermoso iba a pasar.

mi corazón zigzagueante ahora va en picada,
viendo de lejos cómo siluetas empujan sus brazos tratando de encontrarse

¿qué hay arriba que tanto estás buscando?

martes, 15 de abril de 2025

quiero volver a casa

mi primer recuerdo
son mis orejas reposando en el principio del océano,
el dolor salado que se concentraba en la inscripción de la rompiente
y la primera muda de piel junto a la mala postura, por consecuencia.

en el fárrago del ruido supe encontrar amparo,
defoliando capas y capas de cemento de épocas de antaño hasta encontrar mi nombre.

por aquel entonces, mi voz todavía podía hacer anillos apenas más livianos que las fantasías,
mis sueños tenían el colágeno suficiente para flexionar mis rodillas
y asegurarme que no hubiese nada bajo la cama.

la rúbrica de la valentía seguía fresca y soportaba los apliques para los enfermos.

el juego era agitar los huesos sueltos e invitar a bailar a los insectos que hurgaban entre el algodón,
buscando cauterizar las heridas.

quería ser alto como un álamo,
quería todo el viento para mí,
rayar en mi corteza el sonido de las caricias
e irme a dormir con la entropía acurrucada en el pecho.

por mucho tiempo atesoré la contienda. repartí las armas, curé las manos
y lloré las pérdidas. forcé los olvidos
para desentenderme del dolor. hasta que abrí las puertas y todo lo que vi fue blanco.
ahora, las facciones huérfanas apenas si pueden componer un rostro.
el reflejo ya no es mío. 

extraño
ver los caracoles moverse a través del patio
esquivando los corazones de los damascos. los picotazos de un cucharón
sobre el fondo de la olla para evitar la costra. la parra dibujando
sombras nuevas a cada hora e imaginar
donde podría encajar hoy.

la reciprocidad del terror por la tormenta,
el manguerazo del verano,
la lectura en silencio,
el abrigo de la lana
y las puntadas.

todo va descomponiéndose a mi alrededor
y no hay remiendo que pueda reemplazar algo que hace tanto perdí.

sé que llegará el día en el que agote el esfuerzo de querer anticiparme a un pasado que se mueve por delante mío
y descubra lo que ya sé: la rendición es dejarse caer
al borde de los fuegos

seré entonces, la asíntota del mundo,
con mis manos extendidas tratando de acariciar
todos los puntos de fuga que se vayan a enhebrar a través de mí.

cuando llegue ese momento, ¿vas a poder hablarme en el idioma que inventamos?


jueves, 10 de abril de 2025

la agilidad para desplazarse hacia ningún lado

flashes residuales recuerdan que la belleza está en todos lados. tengo que dar gracias por la memoria desmontable. las exhibiciones,
un corredor por el cual floto entre las voces.
hay faltantes en los retratos. 

no recuerdo haber recolectado esos rostros incompletos, "¿cómo era tu nombre?" 

escapo de cualquier noción contemplativa,
la inmediatez me empuja cuesta abajo por la superficie donde el deseo expira, pero el terror permanece.

¿hay algo más helado que el suspiro antes de la presencia?

quisiera evitar salir al exterior,
acurrucarme en las terminaciones de mis miradas
en las pequeñeces donde anidan las amenazas, los principios de las lágrimas
donde un cardumen de bolsas de nylon celebra el colapso de la vida doméstica,
flameando sus branquias talladas por el vidrio.

nunca supe afilar cuchillos. golpeé todas las puertas
para poder reparar el silencio. dejé marcas en el techo
el día que nació la mañana.

quisiera aprender a devastarlo todo.

instruirme en la dieta de las moscas
para ablandar la rigidez. desmontar los circuitos de las perlas
para olvidarme de la envidia del confort.

fue la curvatura la que descubrió la velocidad. nosotros solo estábamos de pasada.

recuerdo que me dije: "abrí los brazos,
deja caer las alas" y el viento seguía en el mismo lugar.