martes, 25 de abril de 2017

no esperen nada de mi

hábitat
desenmascarado

mis brazos son grietas de un desierto

¿quién viene a mí ahora?

mis ojos no,

ya no nos pertenecen.

preámbulo: quinientos cincuenta y tres picotazos

me lanzó el águila
para nacerme. 

los ojos
con las cuencas mutiladas en sus dedos

(sus índices)

juran potestad a la belleza,

es
natural/eza/muerta

son
mis caderas podridas
  dándole refugio a lombrices desahuciadas.

ay, la crudeza de la tierra infértil.

 preludios
 son
    aludes (alusión)

anuncio de muerte, ergo,
     advenimiento del cuervo.

invitación a la danza

en la cual el más humilde
cubre su rostro

con los rostros de aquellos a quienes amó,

desarma el fuego 
de su voz cansada,

nos muestra su garganta calcinada

mientras tose
como perro enfermo.

los pechos se abrazan en un desfile
donde la piel se dilata

volviéndose una,

mientras los mensajeros temen el equivocarse
pregonando el fin del mundo.

arde mi estómago,
el vid

¡ay hijo maldito!
       otra vez asesinándome.

el antiguo salón ha quedado reducido a cenizas

¿quién podría llegar a limpiar la rebelión
de docenas de almas?

la burguesía no distingue 
el amor del castigo,

sadismo de la alta sociedad.

(mis brazos 
cargan con tanta pena)

los camellos resguardan en sus jorobas

el sudor de los exilios
     la saliva de las hienas hambrientas

y los corazones del despavor.

demasiado nada,
         demasiado todo.

los muertos

se rehúsan a abandonar sus cárceles

era su arma, desde luego
la ofrenda,

una última cena: calibre cuarenta y cinco.

el cielo cae desangrado
con
    su último rayo 

que me besa la espalda,

las águilas ancianas
despiertan

para herir al próximo profeta.

domingo, 16 de abril de 2017

soy el director de una orquesta de cigarras lamentándose

el canto
ya no respira,

sino es un jadeo que asfixia

lo que habito.

¿qué inspira a tantas ausencias a hacerse presentes
después de tanto?

tanta es la determinación de huir,
más aún

la de arrepentirse.

entonces, un nombre arrebatado,
errante

calla en el silencio de lagunas cobijadas en cráteres
donde muero de frío.

soliloquio:

¿cuanto mas ha de replicarse el eco de mi lamento?
¿cuanto mas ha de quemarme el sol de noche?

¿cuanto más peregrinaremos hasta que la luz nos lleve?

el limbo es intermitencia
y el neón destila falta de interés,

las puertas cambian de lugar

ningún umbral es siempre el mismo.

el mármol
permanece, 

agrietado por mi cuerpo.

soy la quietud escénica,

la violencia de la reiteración por la furia,

el peso muerto
que desmiembra al escenario

y enseña la herida que protagonizo.

luego, pues

lluévanme rosas,
redenciones,

palabras hermosas

espinas que corten, desangren/desgarren mi carne
deshagan mis ojos

lluévanme rosas,
ilusiones

palabras dolorosas

sonidos que revienten mis tímpanos
un abrazo que no exista

un recuerdo efímero

un sol que nazca
y que no me haga morir de frío

y entonces digo, lluévanme rosas,
perdones

palabras hirientes de asco

una orquesta que cante mi nombre,

y un hogar, donde todo siga doliendo
pero no tanto.

domingo, 9 de abril de 2017

otra vez me volví a doler yo mismo

I

¿quien se adueña de aquellos quienes no tienen rostro
si no es el dolor?

II

los escalofríos
se esparcen como cucarachas.

el terror se comunica en los desagües

III

reiterativo
es inundarse el cuerpo de amargura

pero jamás ahogarse,

ni salir 
  a flote.

IV

remordimiento 
son mis labios pulverizados

V

es en el corazón donde mueren las estrellas,

donde las arterias
  bombean desencanto.

VI

veré
a través de mis manos

por la vergüenza que es mostrarme.

VII

un alud amenazando a un hueco.

la crueldad 
de todos los inviernos

se traduce en la pena que es perder un hogar.

VIII

no hay distinción

entre quien devora su memoria
y quien se muere de hambre.

IX

todo ha sucedido 
antes de mí

todo sucederá después de mi

es en este punto medio que soy yo,

que lo único que existe
es vacío

X

¿a quién tendría que esperar yo 
para poder olvidarme de mi propia ausencia?

lunes, 3 de abril de 2017

no era mi intención

desplegaría cariño

abrazando mi peso muerto
abrazando el barro que me viste

como hoy,
 que abrazo tanto a la pérdida

que termino por asfixiarla.

carezco hasta de la mismísima carencia (teatralidad, claro)
y me rio (miedo, probablemente)

hasta trizar mis labios de angustia
y de frío.

poco me importa donde se hunden o se elevan mis pies ahora,

pues, jactarme de mi procedencia, 
es ver más allá de donde hoy me sostengo

es, entonces:

un vientre maldito
inmaculado

que deleitaría a cualquier soñador poco prudente.

es, entonces:

cordones umbilicales colgando de techos tapizados de ratas.

bebes hamacándose con sus cuellos

me hacen pensar
que mi infancia está tan cerca.

revólver vomita muerte,

rehenes cegados de asco
ríen por lo bajo

no quieren verse a los ojos,
no quieren verme a los ojos

no quieren verme a los ojos

no quieren verme a los ojos.

¿y yo que puedo decir?

¿quien querría?

el piso es quien recibe fragmento por fragmento
una suerte de reconstrucción de sus mandíbulas

yo solo las cuento:

maxilar
molar
colmillo
muela

muela

muela

ah si, y sangre, mucha.

pregono caravanas de jaurías rojas de animales 
sin mas armas que una lengua bien afilada,

la piel se pone pálida
mientras un ojo rueda lejos de mis pies mutilados

y se va
 por debajo de la puerta.

¿será que me arranqué la mirada?

aquella con la que dejé a la tierra
convertida en fango

mientras me cosían dolores en las comisuras
de todo extremo mío

¿quien quisiera ver después de tanta furia?

tanto asco,
tantos cañones abrazando una lengua que les coquetea

e incita a la mano
inocente como ella sola

a tocar el cielo.

el piso, amable cuanto menos, 
recibirá la boca venida en ruina

fragmento
por fragmento

perdigón
por perdigón

¿y que podría llegar a decir, ahora?

si pudiese articular algo 

pediría tanto
perdón

clemencia

y aún asi no me redimiría de nada en lo absoluto.

por favor,
no me arrojen al cielo

hace frío y estaría tan solo

no me arrojen al cielo

véanme a los ojos y descubran que tengo nombre
una voz que jamás alzo

véanme abrazarme
véanme abrazarme

véanme llorar
y abracenme

abracenme, abracenme, abracenme

manos azuladas cayendo por mi mejilla
es lo más cercano que podría llegar a estar del amor maternal

-pienso que mi infancia está muy cerca-

pero no tengo edad
que me respalde

puesto no hay rumbo alguno.

o tal vez no lo haya encontrado
aun.

entonces, por favor,

no mates lo que 
dejé de mi.

quizás sea útil alguna vez.