el canto
ya no respira,
sino es un jadeo que asfixia
lo que habito.
¿qué inspira a tantas ausencias a hacerse presentes
después de tanto?
tanta es la determinación de huir,
más aún
la de arrepentirse.
entonces, un nombre arrebatado,
errante
calla en el silencio de lagunas cobijadas en cráteres
donde muero de frío.
soliloquio:
¿cuanto mas ha de replicarse el eco de mi lamento?
¿cuanto mas ha de quemarme el sol de noche?
¿cuanto más peregrinaremos hasta que la luz nos lleve?
el limbo es intermitencia
y el neón destila falta de interés,
las puertas cambian de lugar
ningún umbral es siempre el mismo.
el mármol
permanece,
agrietado por mi cuerpo.
soy la quietud escénica,
la violencia de la reiteración por la furia,
el peso muerto
que desmiembra al escenario
y enseña la herida que protagonizo.
luego, pues
lluévanme rosas,
redenciones,
palabras hermosas
espinas que corten, desangren/desgarren mi carne
deshagan mis ojos
lluévanme rosas,
ilusiones
palabras dolorosas
sonidos que revienten mis tímpanos
un abrazo que no exista
un recuerdo efímero
un sol que nazca
y que no me haga morir de frío
y entonces digo, lluévanme rosas,
perdones
palabras hirientes de asco
una orquesta que cante mi nombre,
y un hogar, donde todo siga doliendo
pero no tanto.
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