desplegaría cariño
abrazando mi peso muerto
abrazando el barro que me viste
como hoy,
que abrazo tanto a la pérdida
que termino por asfixiarla.
carezco hasta de la mismísima carencia (teatralidad, claro)
y me rio (miedo, probablemente)
hasta trizar mis labios de angustia
y de frío.
poco me importa donde se hunden o se elevan mis pies ahora,
pues, jactarme de mi procedencia,
es ver más allá de donde hoy me sostengo
es, entonces:
un vientre maldito
inmaculado
que deleitaría a cualquier soñador poco prudente.
es, entonces:
cordones umbilicales colgando de techos tapizados de ratas.
bebes hamacándose con sus cuellos
me hacen pensar
que mi infancia está tan cerca.
revólver vomita muerte,
rehenes cegados de asco
ríen por lo bajo
no quieren verse a los ojos,
no quieren verme a los ojos
no quieren verme a los ojos
no quieren verme a los ojos.
¿y yo que puedo decir?
¿quien querría?
el piso es quien recibe fragmento por fragmento
una suerte de reconstrucción de sus mandíbulas
yo solo las cuento:
maxilar
molar
colmillo
muela
muela
muela
ah si, y sangre, mucha.
pregono caravanas de jaurías rojas de animales
sin mas armas que una lengua bien afilada,
la piel se pone pálida
mientras un ojo rueda lejos de mis pies mutilados
y se va
por debajo de la puerta.
¿será que me arranqué la mirada?
aquella con la que dejé a la tierra
convertida en fango
mientras me cosían dolores en las comisuras
de todo extremo mío
¿quien quisiera ver después de tanta furia?
tanto asco,
tantos cañones abrazando una lengua que les coquetea
e incita a la mano
inocente como ella sola
a tocar el cielo.
el piso, amable cuanto menos,
recibirá la boca venida en ruina
fragmento
por fragmento
perdigón
por perdigón
¿y que podría llegar a decir, ahora?
si pudiese articular algo
pediría tanto
perdón
clemencia
y aún asi no me redimiría de nada en lo absoluto.
por favor,
no me arrojen al cielo
hace frío y estaría tan solo
no me arrojen al cielo
véanme a los ojos y descubran que tengo nombre
una voz que jamás alzo
véanme abrazarme
véanme abrazarme
véanme llorar
y abracenme
abracenme, abracenme, abracenme
manos azuladas cayendo por mi mejilla
es lo más cercano que podría llegar a estar del amor maternal
-pienso que mi infancia está muy cerca-
pero no tengo edad
que me respalde
puesto no hay rumbo alguno.
o tal vez no lo haya encontrado
aun.
entonces, por favor,
no mates lo que
dejé de mi.
quizás sea útil alguna vez.
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