¿cuantas veces me he rehusado a despertarme a la mitad de la noche?
las ventanas
se derrumban sobre mi abdómen
los postigos caen uno a uno como un arsenal de óxido.
la sombra de un árbol muerto
recorre mi cuerpo,
sin mi permiso.
¿cuantas veces arañé las paredes pensando que alguien me asfixiaba con mi almohada?
¿cuantas veces desperté sin aire?
con el pulmón en la mano,
enfermo de rabia
por no haber sido un mejor padre para él.
no sé si para este momento
el suelo se ha convertido en un cementerio de facones oxidados,
o en un deshuesadero de pequeños corderos muertos de hambre que jamás conocieron a su madre
o en un río de la sangre de las gargantas de esos corderos tajeadas por esos facones
o en las sopas de hueso pelado de ambos, gaucho y cordero.
me rehúso a despertarme a la mitad de la noche
aun a pesar de ya estar despierto.
ato cada una de mis extremidades a los bordes de la cama
con tiras de piel que ya, sin quererlo, he perdido
y extraño en cada tacto de mi carne viva
que arde
abrazando lo único intacto de mi pecho,
que es mi corazón abierto
latiendo
sobre los restos de mi colchón.
mis labios,
no los siento
escupo polvo,
polvo,
arena,
un desierto.
me arden las paredes de mi estómago vacio.
mi lengua ya es tierra agrietada
y se sacrifica haciendo lo equivalente a tirarse de un decimoctavo piso: se corta su unión conmigo
para tirarse por mi garganta.
¿cuantas veces me he despertado sin aire?
cae el músculo
y el ácido revolotea, cortándome la tráquea
como un mareo.
asciende al cielo
y las sobras de la cena de ayer me queman las caras internas de mis mejillas
mis manos no pueden evitar mi llanto,
como no han podido evitar
tantas cosas.
argh.
entonces estoy corriendo
y no me importa que abajo de mis pies esté la santísima iglesia de san pedro
yo corro
y corro por miedo
por angustia
y por necesidad
-que es, en cierta parte, la misma cosa-
y de repente
frente a mi
hay una puerta negra como la mismísima boca del inframundo y de magnitudes inmobiliarias de clase media-baja.
las bisagras gritan mi nombre
y yo no les respondo.
hay un foco intermitente,
hay una cortina de baño hecha añicos que tiene grabada mi acta de defunción
y hay vómito saliendo de mi boca,
escapándose por la cadena que, por una mala obra de plomería, despierta a todos los pisos abajo del mío.
-quizás venga una horda con antorchas a sentenciarme a muerte-
de todas formas,
hay un reflejo mio en lo que queda del espejo
y hay siete hombres de arcilla sentados en el piletón de mi baño.
-no me miran, no pueden-
larvas desbordan de las cuencas de sus ojos áridos.
-no dicen nada, no han sacado a relucir sus bocas aún-
hay siete hombres
y hay un arma.
-algo gotea tan fuerte que va a hundir el baño hasta el tercer subsuelo-
hay angustia fermentándose en la bañera.
no la pruebo,
trece años añejándose no son suficientes
para que el dolor de una infancia
esté al punto justo de diván.
hay siete hombres que ponen el arma en su sien
uno a la vez.
hay siete hombres enfermos
jugando a la ruleta rusa en el piletón de mi baño,
desconozco cuantas balas están en juego.
-aprieto el gatillo, pero no sale nada-
desconozco si antes de que llegase
había más hombres,
desconozco si esos hombres murieron por una bala
o solamente de ancianos,
como también, desconozco si sus cadáveres se fueron por las rendijas del desagüe
o si simplemente se volvieron cerámicos rotos
incrustados delicadamente en cada vena de mis pies.
empaño un vidrio roto
y escribo en la ausencia de mi rostro
todas las cosas que me gustaría haber sido,
que me gustaría haber tenido,
que me gustaría dejar como últimas palabras.
miro a los siete hombres de arcilla
-no me miran, no pueden-
bajo su forma,
hay pequeños corazones de tierra infértil,
bajo la mía,
una colección de armas blancas
y nos parecemos tanto.
los detesto.
no me dicen nada, no pueden
no me ven, no pueden
son figuras ceremoniales del fuego
que los cocinó
y los petrificó
quien sabe por qué, en mi baño.
dios, los detesto,
me detesto y los detesto por ello.
tengo las uñas afiladas
bien preparadas,
puedo arrancar una pared.
escarbo en los pechos de cada uno aplastados contra el desagüe cual tapón
y me alimento de sus corazones
para ver si por fin algo crece en mi.
-dios, que asco-
vomito
y una ola creciente de soñadores frustrados me tiran la puerta de mi casa buscando venganza
mi carne, o un consuelo.
tomo el revólver tallado a mano
y gatillo siete veces contra mi frente.
*click* *click* *click* *click* *click* *click* *click*
no sale nada,
no hay nada más que barro seco
y una multitud
poniéndole precio a mi cabeza
una horda de consorcio en plena caza de brujas
y yo soy juana de arco.
aún así,
debo admitir que me agrada la idea de volver el ascensor que siempre, claustrofóbicamente, se traba entre el tercer y cuarto piso
una hoguera donde arda hasta que se agoten los aceites de mi piel
donde vendado,
fusilado
atado al árbol de mi familia
y con todos mis ancestros juzgándome desde el infierno,
no tendré forma de saber si lo que arde a mis pies son las fotos de mi infancia
o si son los cadáveres de los siete hombres enfermos de arcilla que me acecharon
y asesiné
y consecuentemente, me asesinaron
-aunque lo último es solo supuesto, aun no han dado con mi escondite-
o si lo que arde
es mi almohada, únicamente
y donde quizás,
muera por intoxicación de gases nocivos, antes que calcinado
quedándome sin aire
como tantas otras veces que me he despertado sin aire,
con el pulmón en la mano,
enfermo de rabia.
las paredes arañadas,
mi rostro como los vestigios de un mal sueño
y el baño tapado de vómito
y arcilla.
jueves, 31 de agosto de 2017
lunes, 21 de agosto de 2017
las guaridas de lo infame
I
éramos
una misma soga atada,
una misma estaca
perforando
las bocas
rebalasantes de kerosene
de los hijos de la plaga.
hoguera nupcial
y vouyerismo del medioevo.
II
retrato de un hogar enfermo
piso podrido,
hueco.
recámaras gritando, gimiendo,
que niegan
la dolencia de un hijo
que llora.
III
no distingo
entre
dolor
y tierra.
la furia de la que nacemos,
el rencor de la nostalgia,
los hogares de la tristeza
que habito
cuando no me queda más nada.
IV
¿para qué hablar?
nos, los débiles
ignoramos
el asesinato del cielo repitiéndose
en nuestra memoria.
¿para qué hablar, entonces?
no sale más que miedo de nuestras gargantas.
jamás debimos
haber visto caer la noche.
V
lista de recomendaciones ante un suceso cuasi-fatídico:
número uno: jamás ser cómplice
ejemplificación.
digo, entonces
si alguien me tiene arrodillado, apuntándome a la nuca
me doy vuelta
abro mi boca
y me asfixio con el caño de un calibre 22
una vez ya desmayado,
presiono el gatillo.
número dos: en caso de hemorragia interna:
paso uno: tomar un trozo de tela vieja
paso dos: anudarla en el torso lo más fuerte posible
paso tres: vomitar el exceso de sangre cada cuarenta y tres segundos
paso cuatro: de ser muy grave, consultar con un especialista
paso cinco: pensar un epitafio ocurrente.
número tres: abandonar toda figura de adoración de carácter religioso
número cuatro: afrontar el hecho de que quizás no seas eterno
número cinco: irse sin decir nada
VI
número seis: irse sin decir nada
y jamás volver.
éramos
una misma soga atada,
una misma estaca
perforando
las bocas
rebalasantes de kerosene
de los hijos de la plaga.
hoguera nupcial
y vouyerismo del medioevo.
II
retrato de un hogar enfermo
piso podrido,
hueco.
recámaras gritando, gimiendo,
que niegan
la dolencia de un hijo
que llora.
III
no distingo
entre
dolor
y tierra.
la furia de la que nacemos,
el rencor de la nostalgia,
los hogares de la tristeza
que habito
cuando no me queda más nada.
IV
¿para qué hablar?
nos, los débiles
ignoramos
el asesinato del cielo repitiéndose
en nuestra memoria.
¿para qué hablar, entonces?
no sale más que miedo de nuestras gargantas.
jamás debimos
haber visto caer la noche.
V
lista de recomendaciones ante un suceso cuasi-fatídico:
número uno: jamás ser cómplice
ejemplificación.
digo, entonces
si alguien me tiene arrodillado, apuntándome a la nuca
me doy vuelta
abro mi boca
y me asfixio con el caño de un calibre 22
una vez ya desmayado,
presiono el gatillo.
número dos: en caso de hemorragia interna:
paso uno: tomar un trozo de tela vieja
paso dos: anudarla en el torso lo más fuerte posible
paso tres: vomitar el exceso de sangre cada cuarenta y tres segundos
paso cuatro: de ser muy grave, consultar con un especialista
paso cinco: pensar un epitafio ocurrente.
número tres: abandonar toda figura de adoración de carácter religioso
número cuatro: afrontar el hecho de que quizás no seas eterno
número cinco: irse sin decir nada
VI
número seis: irse sin decir nada
y jamás volver.
miércoles, 16 de agosto de 2017
op. posth.
mis ojos
son vestíbulos,
salones de baile revestidos con la sangre de docenas de pies mutilados.
es decir,
nado sincronizado en un mar de aquiles.
clavado,
el agua es cemento
duro, fresco, qué importa.
abro mi boca dejando escapar litros y litros de agua con lavandina
para ver que piensan de mi,
"4.5 - 5 - 2"
descalificado.
junto con las manos el agua que escupí y me la llevo a la boca a velocidad luz,
a ver que piensan de mi
ahora.
(ojalá que no sea lo que yo)
despierto
y me estoy asfixiando
con la lengua atada al cuello,
sueño lúcido.
en mis manos,
ahora vendadas de vergüenza
es donde dejé la vida,
pero
trato de ser mejor, te juro que lo intento,
por eso
hoy,
rechazaré el bien de todos mis queridos
ofrendando mi corazón, bien refugiado entre mis manos,
al peor postor.
¿bajo que nombre me llamo?
¿bajo que lamento afinaré los restos de mi tráquea?
opp. 49
sección únicamente para vientos - pieza para uno
las ratas
se roen los cuellos podridos furiosamente las unas a las otras,
el público me ovaciona de pie
y los pies, paradójicamente,
me devora.
tirado en el suelo
me cuesta creer lo corto que es el mantel,
es decir, casi atisbo el reflejo de mi cara en la cerámica barata.
no,
no puedo estar más bajo la mesa,
no merezco comer esta noche,
ni la siguiente,
espero que nadie respire bajo mi cama hoy
ni que nadie llegue a mi casa
y prenda la luz
y me vea bajo las sábanas,
testigos de mis constantes objeciones ante mis miedos
y que son también, refugio de mi constante derrota ante los mismos.
mis ojos,
máximas figuras católicas.
estacas que atraviesan los párpados.
lágrimas como estigma.
en mis manos,
estas manos,
mártires de vergüenza
es donde dejé la vida
a pesar de haber tratado de ser mejor,
(te juro que intenté ser mejor)
son vestíbulos,
salones de baile revestidos con la sangre de docenas de pies mutilados.
es decir,
nado sincronizado en un mar de aquiles.
clavado,
el agua es cemento
duro, fresco, qué importa.
abro mi boca dejando escapar litros y litros de agua con lavandina
para ver que piensan de mi,
"4.5 - 5 - 2"
descalificado.
junto con las manos el agua que escupí y me la llevo a la boca a velocidad luz,
a ver que piensan de mi
ahora.
(ojalá que no sea lo que yo)
despierto
y me estoy asfixiando
con la lengua atada al cuello,
sueño lúcido.
en mis manos,
ahora vendadas de vergüenza
es donde dejé la vida,
pero
trato de ser mejor, te juro que lo intento,
por eso
hoy,
rechazaré el bien de todos mis queridos
ofrendando mi corazón, bien refugiado entre mis manos,
al peor postor.
¿bajo que nombre me llamo?
¿bajo que lamento afinaré los restos de mi tráquea?
opp. 49
sección únicamente para vientos - pieza para uno
las ratas
se roen los cuellos podridos furiosamente las unas a las otras,
el público me ovaciona de pie
y los pies, paradójicamente,
me devora.
tirado en el suelo
me cuesta creer lo corto que es el mantel,
es decir, casi atisbo el reflejo de mi cara en la cerámica barata.
no,
no puedo estar más bajo la mesa,
no merezco comer esta noche,
ni la siguiente,
espero que nadie respire bajo mi cama hoy
ni que nadie llegue a mi casa
y prenda la luz
y me vea bajo las sábanas,
testigos de mis constantes objeciones ante mis miedos
y que son también, refugio de mi constante derrota ante los mismos.
mis ojos,
máximas figuras católicas.
estacas que atraviesan los párpados.
lágrimas como estigma.
en mis manos,
estas manos,
mártires de vergüenza
es donde dejé la vida
a pesar de haber tratado de ser mejor,
(te juro que intenté ser mejor)
lunes, 14 de agosto de 2017
¿como irse por el desagüe de la bañera sin dejar rastro?
mis brazos
guardan registro de toda persona
que alguna vez me puso la mano encima,
que alguna vez me asfixió
hasta dejarme caer inconsciente en un horno industrial
a mil setecientos treinta y dos grados centigrados,
dejándome cocinar treinta minutos (por cada lado)
para luego emerger del
tercer subsuelo
de un orfanato incendiándose; ay, el síndrome del huerfano.
sé que no debo perdonar ni una sola ofensa
sé que no debo perdonar,
pero aun lo hago.
sé que debo perdonarme,
pero aún no lo logro.
en un cónclave de miedos
los cardenales de mis pesadillas dictarán el surgimiento de un nuevo lider supremo
¿serán cientos de arañas en túnicas ceremoniales anidando en mi ombligo?
vomitadas por mi abdómen cercenado por
cuchillas desgastadas,
las guadañas de los peones que mis ancestros torturaron hasta su muerte,
la venganza que me juraron los espíritus.
¿serán acaso, veintidos pisos de luces encendidas?
de habitaciones vacías
donde radios antiguas reproducen y propagan al vacío el código morse
de mi certificado de defunción
".- --.- ..- .. / -. --- / -.-- .- -.-. . / -. .- -.. .. . .-.-."
pero nadie lo oye.
¿seré yo, quemándome la piel con cigarrillos hasta que no quede rastro/rostro alguno?
sin más para ofrendar que dos huecos negros
servidos en bandeja de plata corroida
como figuras ornamentales en un banquete del más ostentoso de los reyes
¿soy acaso,
el bufón de mi propia corte de abdicación?
sé que no debo perdonar
ni una sola ofensa,
sé que debo perdonarme,
como sé también que debo mudarme de los andenes del tren
por reiterados aviso de desalojo.
otra vez me veo decorando un baño público como mi monoambiente,
pero éste está sobre tierra, sin cimientos que me produzcan desconfianza
sin posibilidad de derrumbe.
es decir,
no ostenta urbanismo alguno,
solo la cerámica fría de los urinales que son mi almohada y mis platos de comida
y la orina caliente sobre mis ojos secos
que los humecta,
aunque no de una forma muy considerada.
sé que debo perdonarme,
y sé que no debo perdonar ni una sola ofensa,
pero de todas formas
doy las gracias
por no tener murciélagos mordiéndome los tendones
doy las gracias porque dios no es una computadora que a todas mis plegarias responde:
"01101110 01101111"
doy las gracias por no haber caido a ningún horno hoy.
doy las gracias por que mi cabeza solo despide humo negro
(lo que significa que no hay elección aun)
doy gracias porque de mi abdómen hoy no salieron arañas.
doy gracias por esos dos tipos enormes
que me fragmentaron la mandíbula en al menos una trilogía de pequeñísimos huesos
y llenaron los huecos de mis ojos con escupitajos de castigo.
veinticinco latigazos en la espalda hechos con un cinturon de cuero.
y doy gracias por ellos,
que me alejaron de los baños.
doy gracias
por haber vuelto a dormir en los andenes
y que una de las formaciones mas pesadas
me haya arrancado los brazos.
la desobediencia de una orden judicial conlleva a una sentencia dictada en base a una jurisprudencia del tribunal de turno.
lo que, en términos básicos, conlleva a un arresto
pero con mis muñecas arrebatadas de mis brazos, que arrebatados de mis hombros
que arrebatados de mi cabeza
que está cayendo por la horca en este mismo momento
¿que? ¿acaso me arrestarían por mis piernas?
doy las gracias por los vacíos legales
y por no llevar mas registro
de aquellos que me han puesto la mano encima
y me han asfixiado
y me han dejado caer.
y doy gracias por mi cuello que está rompiendo sus vértebras y obstruyendo sus vasos sanguíneos/arterias/venascerradasyabiertas
y doy las gracias por estar presenciándolo todo,
sintiéndolo todo
hasta quedarme sin aliento.
guardan registro de toda persona
que alguna vez me puso la mano encima,
que alguna vez me asfixió
hasta dejarme caer inconsciente en un horno industrial
a mil setecientos treinta y dos grados centigrados,
dejándome cocinar treinta minutos (por cada lado)
para luego emerger del
tercer subsuelo
de un orfanato incendiándose; ay, el síndrome del huerfano.
sé que no debo perdonar ni una sola ofensa
sé que no debo perdonar,
pero aun lo hago.
sé que debo perdonarme,
pero aún no lo logro.
en un cónclave de miedos
los cardenales de mis pesadillas dictarán el surgimiento de un nuevo lider supremo
¿serán cientos de arañas en túnicas ceremoniales anidando en mi ombligo?
vomitadas por mi abdómen cercenado por
cuchillas desgastadas,
las guadañas de los peones que mis ancestros torturaron hasta su muerte,
la venganza que me juraron los espíritus.
¿serán acaso, veintidos pisos de luces encendidas?
de habitaciones vacías
donde radios antiguas reproducen y propagan al vacío el código morse
de mi certificado de defunción
".- --.- ..- .. / -. --- / -.-- .- -.-. . / -. .- -.. .. . .-.-."
pero nadie lo oye.
¿seré yo, quemándome la piel con cigarrillos hasta que no quede rastro/rostro alguno?
sin más para ofrendar que dos huecos negros
servidos en bandeja de plata corroida
como figuras ornamentales en un banquete del más ostentoso de los reyes
¿soy acaso,
el bufón de mi propia corte de abdicación?
sé que no debo perdonar
ni una sola ofensa,
sé que debo perdonarme,
como sé también que debo mudarme de los andenes del tren
por reiterados aviso de desalojo.
otra vez me veo decorando un baño público como mi monoambiente,
pero éste está sobre tierra, sin cimientos que me produzcan desconfianza
sin posibilidad de derrumbe.
es decir,
no ostenta urbanismo alguno,
solo la cerámica fría de los urinales que son mi almohada y mis platos de comida
y la orina caliente sobre mis ojos secos
que los humecta,
aunque no de una forma muy considerada.
sé que debo perdonarme,
y sé que no debo perdonar ni una sola ofensa,
pero de todas formas
doy las gracias
por no tener murciélagos mordiéndome los tendones
doy las gracias porque dios no es una computadora que a todas mis plegarias responde:
"01101110 01101111"
doy las gracias por no haber caido a ningún horno hoy.
doy las gracias por que mi cabeza solo despide humo negro
(lo que significa que no hay elección aun)
doy gracias porque de mi abdómen hoy no salieron arañas.
doy gracias por esos dos tipos enormes
que me fragmentaron la mandíbula en al menos una trilogía de pequeñísimos huesos
y llenaron los huecos de mis ojos con escupitajos de castigo.
veinticinco latigazos en la espalda hechos con un cinturon de cuero.
y doy gracias por ellos,
que me alejaron de los baños.
doy gracias
por haber vuelto a dormir en los andenes
y que una de las formaciones mas pesadas
me haya arrancado los brazos.
la desobediencia de una orden judicial conlleva a una sentencia dictada en base a una jurisprudencia del tribunal de turno.
lo que, en términos básicos, conlleva a un arresto
pero con mis muñecas arrebatadas de mis brazos, que arrebatados de mis hombros
que arrebatados de mi cabeza
que está cayendo por la horca en este mismo momento
¿que? ¿acaso me arrestarían por mis piernas?
doy las gracias por los vacíos legales
y por no llevar mas registro
de aquellos que me han puesto la mano encima
y me han asfixiado
y me han dejado caer.
y doy gracias por mi cuello que está rompiendo sus vértebras y obstruyendo sus vasos sanguíneos/arterias/venascerradasyabiertas
y doy las gracias por estar presenciándolo todo,
sintiéndolo todo
hasta quedarme sin aliento.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)