abrir una puerta en el medio de la nada
para ver que está proyectando en cartelera el cine del fin del mundo.
butacas vacías, destripadas de relleno para confeccionar una almohada que le haga un poco más fácil pasar la noche a alguien
y una pantalla cubierta de pintura negra que deja leer en ella un mensaje.
"el odio
el odio
el odio
y la rabia
la rabia
la rabia."
como reemplazo, una televisión de 14 pulgadas en blanco y negro.
no hay fila para pasar,
pero aún así se recomienda avisar con dos semanas de anticipación.
hace no tantos días
soñé con la creación de la cadena de frío.
ahora se está proyectando la crónica documental de un carnicero que termino colgado junto a los corderos sin cabeza hace varios años.
termina la función,
nadie se para, porque no hay nadie
más que yo.
y elijo no pararme, para no ser menos.
una sombra indistinguible se lleva la televisión en un mueble anticuado con ruedas que resulta más fácil para transportar.
dejan una cámara en reemplazo, y una sombra se posa detrás de ella.
en el silencio escucho como los lentes se ajustan para lograr un mejor foco
como pequeños insectos mecánicos pululando en su nido y comunicando el esquema de trabajo para el día de mañana.
siento que estoy a punto de despertar.
siento que no duermo hace días.
la cámara vuelve a cualquiera un turista ante la realidad ajena
y no me siento parte.
nadie me ha dicho nada aun
no he dicho nada tampoco.
escucho una gota caer.
miro hacia arriba. el techo sigue intacto.
escucho otra gota caer.
miro hacia atrás. no hay nada.
veo hacia adelante.
veo una gota caer desde el lente de la cámara.
estéticas del desencanto
en un desprendimiento de córnea digital.
el agua ahora me llega hasta los tobillos. veo como toda la comida desperdiciada flota en un charco agridulce.
siento que estoy a punto de despertar.
siento estar esperando cosas que no van a pasar.
siento que no hay un sentido en todo esto.
el agua me llega hasta la boca y va entrando entre la marea se va agitando más y más por los movimientos involuntarios de mi cuello, intentando evadir el peligro.
doy arcadas.
agradezco la falta de oleaje. de una rompiente que me revuelque entre un suelo que me es desconocido.
no hay nadie frente a mi.
no hay una sombra. no hay una cámara.
no hay un cine, no hay una puerta.
no hay una butaca.
mis extremidades solo están cansadas de mantenerse a flote.
intento no moverme tanto.
intento no escupir plegarias por debilidad.
desearía creer verdaderamente enuna desintegración entre el odio y la rabia.
sin identidad.
sin rostros.
como sombras que alguna vez tuvieron nombre,
caminando entre cenizas y entre polvo
con los pies descalzos,
indiferentes ante lo ajeno.
y ante lo propio.
siento que estoy a punto de despertarme.
el final del contacto.
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