miércoles, 10 de diciembre de 2025

de como reparar la voluntad de querer volver a abrir los ojos

tomé prestado
el destello del sol
para cauterizar la herida
de la sentencia
antes que la espada
imparta su juicio.

la densidad de las máscaras
el relieve combate braceadas,
los mecanismos de la memoria
empujan la costa cada vez más lejos.

hondo en la pila de perfiles,
las voces del futuro se pliegan
en pequeños animales enfermos
pastando en donde todavía
crece la piedad.

ante todo, menos que nada.

espinas sin filo
apenas si raspan la ración del mediodía,
entre el esfuerzo, la voz morada intenta imaginar
lo que significaría
tener el valor de empujar la aguja
a fuerza de inquietud
para ver que hay más allá
de las costras de la ceguera.

sueño con lugares
donde no he de volver,
devorando el equilibrio
de las estructuras; el confort
del colapso endulza
las mejillas, mientras las manos
depositan un arreglo floral
en la cabeza de cada
cadáver descompuesto
al costado de la ruta.

suspirar antes de la súplica,
la renuncia a posteriori,
foco de emoción tribal,
una liebre asustada refuerza su madriguera desde adentro,
el río muda su caudal veinte centímetros a la izquierda
una familia que lo pierde todo, subastando sus voces.

espectrometría,
la fórmula habitual de contemplar la pieza a oscuras
son esas hormigas invisibles que marchan sobre tu mandíbula
y te hacen doblar el cuello
para prestarle atención a las pausas.

los sistemas cerrados tienden a desintegrarse en perfecto equilibrio,
la muerte del mundo a temperatura ambiente es una sala de espera
donde los demás esperan para reconocer lo que queda de vos.

los visitantes espolvorean círculos de azufre
para cuidarse de los otros; las rejas son anzuelos para los guardianes diezmados,
la luminaria pública esteriliza las grietas desde donde los pacientes diminutos
salen para acoplarse a la vida de nuevo.

en alguna parte mía
existe la fantasía de arrancarme parte por parte hasta ya no ser predecible en ningún aspecto,
el ruido de los sorbos de la sangre, compartida con cientos de iteraciones mías,
la replicación de un diálogo eterno que descansa sobre bases inamovibles,
pero que no se acerca ni un metro al cielo.

estoy seguro que si pudiera correr o liquidificar mi voz o hacer crecer mis huesos y donar los excedentes
o si pudiera darme vuelta los dientes, hacer un encordado de mis nervios y escribir una canción
o si pudiera montar guardia en la escasa espesura de mis ideas y ahuyentar a los cuatreros que me roban los momentos inmediatos,
o si pudiera dejar de olvidarme tanto o si pudiera encerrarme dentro de mis costillas cuando el miedo me apabulle o tener la suerte de saberme lo suficientemente liviano para dejarme caer y no seguir cayendo,
el día no terminaría tan temprano.

pero sé
que solo hay que
retener en el corazón
la seguridad de que todavía amamos este mundo. 

la ternura se irá perfeccionando a medida que nos acostumbremos a conmovernos de nuevo.


lunes, 8 de diciembre de 2025

los cardenales, los jazmines, los damascos y las chacareras

en bajada, se enredó la rabia que alcé por tu ausencia
con el miedo de saber que llegará el día que ya no te nombren.

furia doliente
de saberme fugaz
y partícipe, por consiguiente.

valgan los espasmos de mis huesos
para replicar los chasquidos
que en los días de antaño
me dejaban quieto
en el lugar.

de vos nació la primera fábula, de tu mano
aprendí a leer la tierra
que quedaba pegada al fondo de la pileta.
me sabía miedoso de los broncoespasmos del desagüe
y de los rituales de los bichos
pero vos me prestaste la tranquilidad para poder ser curioso

y así aprendí a ver
el rojo de la madera,
el espacio entre las vértebras
el aire que hacía caer las espaldas
de lleno en el sillón
para activar el mecanismo de las siestas
y la tarde que terminaba cayendo solo sobre mí.

había un cancionero que solo salía de noche
entre chispazos de fuego
que iluminaban los fierros de las reposeras
hundiéndose en el fondo de un patio eterno.

me arrepiento de haberme quedado tanto tiempo solo donde hacía pie
ahora también me falta el aire, pero ya no tengo el reflejo de un farol doblando sobre el plástico de una puerta que me avise que el día está terminando.

vos sabrás decirme, ¿hay un sol por el que valga la pena seguir viendo hacia arriba?

hoy solo tiemblo viendo como el cuerpo y la luz terminan por agotar los besos
ya no me quedan fantasías que ordenar
los escalones de madera me quedan chicos
y los libros se han escurrido
por debajo de la tierra.

la pieza al fondo
me recuerda las siestas que dormía en el medio,
imprimiendo en mi piel los patrones de los cerámicos,
ya sé que se fueron hace mucho
pero los sigo recorriendo con el dedo, de memoria.

en la distancia me desenvuelvo,
me crece el silencio en el pecho
solo para ver si escucho un remanente de mi nombre dicho por tu voz.

sé que las palabras se caen
porque no hay estructura que aguante 
el embate del tiempo.

sé que no hay cuerpo que replique el abrazo que necesito ahora
pero si estás cansada, tenes que ir,
yo creo que puedo seguir un poco más.

viernes, 14 de noviembre de 2025

desfragmentar el terror

enclave sostenido,
retratos de orfandad que anidan sobre el borde
de tu mano y disloca las chances
el dolor frunce
el ardor que queda de paso,
la única certeza en el origen.

trazar la calma
es buscar el aire entre los racimos desguazados
mientras los tallos quedan encallados
en el principio de la anécdota.

repartir encantos
en biomas inhabitables,
las fábulas del asombro
hamacan los ojos
que encierran
la sombra de los charcos.

lo que sacude el cuerpo en el reverso de la noche,
esa herida que tuerce el nombre
y solo filtra lo que habita en el medio,
eso que solía estar a nuestro alcance
cuando la leña nueva encurtía nuestras manos
para la próxima helada.

las chispas brutas incitan mareos,
el triunfo asoma de la mano de los gusanos.
la viscosidad de un abrazo,
una boca volviéndose mil.

hace no tantas vidas
supimos trepar la densidad
buscando el nido de los rumores.

entre tanto, eclosionaban los disgustos desparramados en el ruido,
las tejedoras extendían el largo de un afecto y lo volvían un romance,
los caminantes buscaban el fondo moviéndose en círculos.
partí las maderas para decorar la cara interna de mis uñas
y rasguñé los arroyos
y doblé mi piel
y cuajé mi sangre.

la risa fue reliquia. las despedidas fueron mitos.

si deformo el entrecejo
sé que todavía sigo ahí.

la duda,
la fascinación
por el cobijo que hay en la posibilidad,
las alas enfermas,
el vuelo a pie.

lo silvestre se enreda en las hélices de las bordeadoras,
este es el momento antes de que un piedrazo lo duerma todo.

lunes, 13 de octubre de 2025

el filo del césped atravesando el vidrio de nuestro retrato

revestí las paredes de mis sueños buscando recrear la luz del sol que deformaba tu silueta,
la misma que secó el vinagre que volcamos junto a la almohada donde dormimos la primera siesta del verano.

dejé caer un manto de hojas sobre mis huesos,
el rebote del cobijo cambió la dirección del aire
desordenando las ausencias postizas.

recordé el abrazo que pudo haber sido.

el cuerpo, el tiempo como síntoma
el viento no sabe curar la piel irritada,
espanta a los bichos que buscan refugio
en los pulsos del dolor. 

corona de sal,
arruga de acero, cizaña rupestre.
apenas una desgracia a cuentagotas
la erosión del cuidado
sellado al vacío.

siempre envidié la astucia del deseo de saberse inalcanzable,
sublimándose apenas poco más allá de la punta de los dedos.

a veces
pienso en irme
al tiempo donde estallaron los vidrios
y los nombres estaban vivos.

esfumarme a las apuradas,
en el corazón de las corridas,
llevándome puesto al inquilino de la muchedumbre
que baldea de neurosis la vereda cada mediodía,
cuando los grillos se manifiestan en la patinada de las zapatillas
que redireccionan el pique para confabular el engaño. 

alejándome, todos los rostros son girasoles.
pienso en que me gustaría aprender a seguir los rastros que dejan los zorzales
para ver de cerca las grietas de la fauna de vidrio acobardada por la crecida del óxido.

el incesante canto de la baba,
el hambre se diluye en la presión de dos incisivos. 

las marcas en los cuellos de plástico,
no puedo volver a ensamblar lo que ya está roto.

intento dar hospicio a los restos en mis encías, entre mis dientes
tiñéndolos de un rojo más fuerte, mientras empujo el dolor hacia mi garganta.
las gárgaras de sangre,
la energía hidroeléctrica que se acumula en el buche
y se libera de la represa llevándose puesto un bosque entero.

lunes, 25 de agosto de 2025

el oleaje es un arrorró que entorpece el oficio de los buzos

de pasatiempo testeo la resistencia de los puentes
que nacen cuando, por accidente, una mirada se conecta con otra.

las tablas oculares tambalean casi siempre después del segundo,
luego, dos cachetadas imaginarias revelan dos perfiles -antes desconocidos-
que terminan por cortar la tensión.

en el medio,
colecciono el momento en el que lo sólido se desvanece en el aire
ahora, cuesta abajo, post-derrumbe
siento el pulso eléctrico expirar bajo un reflector que tartamudea
en el segundo acto de un escenario hipotético.
la vergüenza entra vistiendo el colorado del telón
ante una sala que se tapa los ojos.

en las vísperas del aplauso, las alarmas encrespan la mano antes de que ésta traiga el castigo,
la postergación es el exilio del movimiento,
el interín donde se derriten las fantasías.

los restos de los susurros ensoñados, por su parte,
suben y bajan por las canaletas de las orejas
hasta escaparse a media mañana.

a la hora de los nadies,
encierro en cajitas de fósforos el sol que todavía no gasté.
junto al pecho, descalzo, el mundo todavía es tibio
el mundo todavía es tibio.

el reflejo se envuelve en un capullo perlado,
es ese el aviso de que la posibilidad
de que el salvajismo pueda encapsularse en espejos
sigue latiendo, enredándose entre silencios hasta trabar las manos.

las muñecas raspan las urnas de los ojos
las olas se agrietan porque dejaste la luz encendida.
en ese blanco todavía existen las posibilidades, los otros finales,
donde los rostros transparentes que se mueven entre discreciones  
piden permiso para colarse en el presente.

mi lengua empuja hacia abajo
los restos de las sílabas que sentaron campamento
entre la curvatura de los dientes

hundo el buril, pico el hueso
que mellará la piel por contacto torpe.
el aire de la puerta entreabierta duele hacia arriba
pero desprende una canción de los radares diminutos que,
más adentro, abanica el sueño de la sangre.
mientras espero que todo lo que perdí siga,
de alguna forma,
conmigo.


martes, 5 de agosto de 2025

las estructuras del silencio

un siglo de energía dimos
para esculpir el nombre del norte.
los cuervos tomaban turnos para memorizarlo
mientras aprendían a despedirse del apego.

en cónclave y en nido de alta tensión,
monitoreaban la primavera. entremedio,
nosotros conjuramos el desarme.

acariciamos vidrio con las tibias,
a la vez que aprendimos a distorsionar las cadencias de nuestros sonidos.
más allá de los médanos, el entierro cincelado por las uñas reveló un rostro familiar. los días de un futuro extraviado.

el aviso del campanario fue el primer souvenir
del tropiezo de la tarde. los dientes de león se disolvieron hasta confundirse con las estelas de las turbinas del primer avión del que tengo memoria.

recuerdo merodear en las fantasías donde mordisqueaba el pelo de los gigantes para ver el desprendimiento de las fibras y el nacimiento de una nueva ciudad,
un nuevo enclave donde pudiera ser regente.

albergué todas esas pequeñas leyendas en la palma de mi mano
honrando la errónea creencia de que narraría por siempre las mismas historias.

el primer corte fue el que reveló la fugacidad de la mitología. las heridas siempre van en bajada. ahora solo puedo revisitar las pocas frágiles mímicas de coral hueco que aun siguen de pie e intentar recolectar el sentido imbuido en ellas hace tanto tiempo. 

por las perlas aprendí a ser orfebre, los guantes manchados
son el peso de la ejecución en el sueño de los asesinos,
allí, con las encías licuadas,
supe quien amó primero.

mi voz es un velo calcificado
buscando encauzar al estómago de sensaciones exógenas.
el ruido trata de esconderse por su timidez, mientras mi mirada
intenta santificar a la espalda como la tierra de las cruces.

ahora sé que no me importa si las puntas de mis dedos estallan, o se derriten,
quiero inclinar mi cuerpo y ofrecer el poco calor que tengo para intentar volver a iluminar a quienes se han apagado.

antes de extinguirme, quisiera volver a tener la mano brotada de cardenales
cantar a través de ellos y sentir el vuelo encapsulado entre las fibras chamuscadas de mis músculos.

quisiera guardar mi cariño en placas de petri y que prolifere; tomar las muestras y suspenderlas como santuarios para poder cerrar los ojos y sentir que todos están junto a mi.

quisiera sentir el aroma doblarse  -señal que anuncia el comienzo de los caminos- recolectar un puñado de flores primitivas y, con los tallos, desempapelar la ciudad buscando un rostro amigo.


martes, 10 de junio de 2025

para cuando se derritan las órbitas

somos cómplices de adorar la mortalidad,
de encadenarnos al juego de creerlo todo eterno
y de llamar a la podredumbre por su nombre antes del vuelo de las moscas.

cuando nuestras manos se separen
los dioses serán otros.
ahí haré añicos las bondades recibidas
soplando promesas
vulnerables
mis brazos caerán por debajo de la línea de los hombros
y recordarán de la peor manera
la neutralidad del aire.

los miedos de bolsillo anexan territorio
los siento rodearme el pecho bajo el que pastan venados líquidos.
ese espacio entre la boca y las espinas, lo recuerdo,
era el borde de la disonancia.
los oídos dolían entonces como duelen ahora
"no más noches solitarias"
un beso cauteriza,
un beso cauteriza,
la mirada sin luces se abanica cada vez mas lento
levantando pliegues de piel blanda
pesada, viscosa,
pista de obstáculos o
pilares descompuestos,
no importa,
de todas formas
los facazos levantarán tormentas
para camuflarse cuando llegue el derrumbe.

la canción de las langostas nació de los sueños de los pescadores,
recuerdo infiltrarme en sus fantasías
para buscar mi rostro entre el entramado de las redes.

fabriqué mi salida sin saber que dejaba atrás.

ahora que no hay mas noches, no sé traspirar
si no es de plástico el cansancio.

no sé como volver a hundir mi piel,
no sé preguntar cómo te fue,
o que hiciste hoy,
o como medir la distancia que tiene tu nombre,
¿hasta donde puede llegar el deseo?