aquel hombre que rompe el horizonte
con una sombra que no le pertenece,
le canta al rencor, mientras el aire adorna su cuerpo [desgastándolo]
soterrando con una melodía,
viejos placeres infundados en el miedo
que hoy solo son pesares en su memoria;
y con una tristeza encima
maldice al olvido por haberse olvidado de él
y deja un silencio, terminada su canción
para los aplausos
que jamás nadie le da;
el silencio se olvida de él,
él olvida que alguna vez cantó una canción
y su figura, susurrándole al sol que la hace resaltar
no sé da cuenta que la noche ha caído, ya hace rato;
ahora él es uno con el horizonte
[o el horizonte es uno con la tierra]
un tortuoso sendero recorre, vislumbrando un destino
que no existe;
sus pies fatigados
lloran sobre la tierra por la cual caminan;
hasta caer rendidos ante la tierra;
el cuerpo choca contra el suelo,
creando una bruma de polvo
que hacen brotar del ojo, una lágrima
algunas salen [pero ya no por la tierra]
y otras posponen su tristeza;
la voz del hombre trata de cantarle al rencor,
pero se halla a sí misma, cantándole al miedo,
al temor de no tener por que vivir;
[no se puede vivir del resentimiento]
la voz se quiebra
y el silencio de una muerte;
amanece,
de luto se nubla el cielo;
ya no hay una sombra que rompa el horizonte
ni un canto hacia al rencor;
ya no hay hombre,
ni recuerdo del mismo
lo que tanto ha maldecido durante tantos años
en eso se ha convertido;
[cae la noche
ya no hay un hombre,
hay olvido;]
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