sé
ante el miedo resguardarme
en el albergue del desencanto
léase fosa séptica,
donde
mi piel es recorrida y violentada por linajes de sangre real
tragados por una garganta de pvc
casi al borde del desborde
y donde
nuestros mismos nombres
tallados en la vértebra de la urgencia
son ahora
canto eclesiástico
de aquellos quienes no saben ver al sol.
sé
ante el miedo resguardarme
donde no moran aquellos de pecho ahuecado
que en horda, piden que les entregue mi cabeza
para poder adorarme cual divinidad.
pero
me rehúso, digo ¿quién no lo haría?
me rehúso a ser yo mismo quien me fusile,
quien gatille a ultranza
mi rostro venido abajo por la pena
y bendecido por la misma repulsión,
puesto que
es suponer, cuanto menos, que quien me imita
perecerá también, tanto de pena
como de odio hacia mi,
por haberme ido,
por haberlo entregado.
por no haber asediado con la poca fuerza que me queda, ya
aquellos lugares donde hemos vivido.
vos,
tu nombre y el mío
inmaculados como estampitas trituradas por
mandíbulas hartas de hambre,
tallados en la buenaventura de la muerte fermentada
(ah, pero que vista la ver crecer los jardines desde abajo)
abajo, desagüe
abajo, sangre
seca.
rosas color tierra
dejan mis memorias en consuelo mío
el temor jamás ha sido tanto como ahora.
no sé si resguardarme
pues,
no sé si temo más a la cobardía
o a afrontar la horca que yo mismo me impongo.
ay la soga,
el péndulo
el reloj dando las once
y el miedo.
el albergue del desencanto, podrido
los pechos sin nada, plagados de infecciones, de podredumbre
y si fuese yo,
corazón
ay, desagüe por la aorta principal
sangre virgen de amor,
y seca
por el miedo.
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