si la sed es un hueco podrido en la garganta
un espejismo acuoso sobre el asfalto de una ruta a ningún lugar,
o un paladar enfermo ¿que mas da?
beban,
bebamos,
embriaguémonos
con la baba que cuelga de este retrasado dios idiota.
el deleite de los desamparados.
colecciones de confesionarios:
jesus atado con un cinturón en el cuello
al apoya cabezas de una cama victoriana
vestido de cuero
con una manzana en la boca
gimiendo
mientras le vomitan perdón
sobre las heridas.
lo que me hace imaginar que el cielo no es un deshuesadero,
como tienden a enseñarnos,
sino un burdel vip, donde san pedro es el patovica.
en un escenario así de libertino, el goce clausura al dolor
y las lágrimas se vuelven espesas y blancas, y frenético es el movimiento de las caderas, genuflexiones del sometido
¿y ahora que la tempestad se avecina, qué más queda por desmantelar?
bendita es el agua que gotea de los techos
y sobre todo,
bendita la virginidad de la matriarca
la hilacha suelta
la carcajada final,
las lenguas adorando la humedad de las paredes.
las manchas del pecado.
el agua se escapa por traqueotomías clandestinas,
la madera se pudre como la vista.
se anega el nido de ratas
sus chillidos guturales me trizan la dentadura
ellas son quienes corean la oda a la miseria
las que serán mártires
y resucitarán al tercer día.
en un acto de desesperación,
convertiré mi manotazo de ahogado
en un cachetazo
a la campanita que dentro de mi boca se mece,
devolveré lo que me fue regalado
que no pedí
que no quiero
que no me pertenece,
contemplarán a un volcán ebulliendo de mis madrigueras
vomitaré las ratas contra las caras atentas de los cuervos,
crucificaré a cada una de ellas por sus colas
rindiéndoles memoria en mis más atroces sueños
donde son ellas quienes roen mis tobillos
y son el jurado de un proceso en cual no tengo defensa
ni boca
que grite alguna queja,
ni cuello
para cumplir con la muerte, mi condena
contando solo con el torso enfermo, roto, partido
a un lado de una habitación donde no quepo, ni respiro
llorando, quejándome del maloliente crucifijo que está clavado en mi pecho.
es el miedo éste
de tener el corazón despojado del cuerpo,
jadeando con cada respiración
sosteniendo en mis manos las colas extirpadas de nuestras salvadoras
a modo de castigo divino
empapándolas de angustia, bendiciéndolas
muriéndome de sed.
Escrito con Felix
Clap clap!
ResponderBorrarGracias miles!!
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