he desatado la tentación al destierro,
a la cosecha de los muertos,
los nacidos de la mugre.
manos atadas, asfixiadas, dolidas
suplican
al mismo momento que aguardan por la migración,
la aniquilación de lo inalterado
que terminará de conmover al mundo,
pero ¿quien podría cautivarse teniendo los ojos vendados?
mis manos arden de faltas.
la hoguera de mis lamentos
es culpable de la tentación.
la piel cristalizada
es el peso de la noche que cae sobre mí.
¿quién me necesita sentado al borde de la sombra?
niñez:
ramas marchitas proyectándose en mi techo,
miedo, llanto despavorido
una voz calma que habla sin dejarse ver los ojos.
historia de hace tanto:
aljibe, carencia, agujero, vacío.
mecerse en una cuna que es cripta,
recuerdo la inminencia de lo trágico:
"me caigo,
me caigo,
me caigo."
tan súbito:
siglo XIX, antigüedad ocre, daguerrotipo
retrato movido, fingido, actuado
las caras entristecidas de nostalgia, los rostros deformados.
mis miedos en la infancia de los antepasados
que desearon en vida
jamás haber nacido.
¿por qué es que entonces, todo concluye en la finitud y el filo de una garganta con su mecanismo atascado?
ahí es donde
me veo arrimado a lo que no conozco,
contemplando la pulverización de mi lengua
esclava, maldita
castigada por manos asfixiadas, dolidas
que no han sido meritorias más que de lo impuro.
ay, la secuela de lo frágil,
la huida de la ira
y la permanencia de pena,
constancia en cuyo eco
no me atrevo a oírme nombrar
¿y que será, entonces?
las manos en mis ojos, me impiden ver
pero la garganta infartada
no es que me impida
gritar,
es solo que no me atrevo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario