me rehúso
como todos se rehúsan de mi.
mis manos no responden
ni siquiera cuando les doy el calor de incubadora que les ofrece mi garganta podrida,
llena de cólera.
aquello que vomite
será la cena de los cerdos.
dios mío, que pudor desmigajar así una parte tan íntima de uno.
¿cuantas veces me he perdido el rastro?
tantas veces me he visto amordazado,
cobijado en una cuna que resulta ser una escena de un crimen.
yo (bah) mi silueta bien marcada
tapada con una manta insípida plagada de ácaros
mientras bebo el café que cae al suelo de los pequeños vasos de plástico que los policías zamarrean con total impunidad.
es interesante cuanta bronca que hay en un arma con el gatillo funcional
pero con el percutor limado,
impotencia, segunda oportunidad, lo que sea.
aun
me rehúso,
pero me encuentro abierto a nuevas posibilidades.
escenario:
es navidad,
tengo la cabeza en el horno
en mi mesa, aperitivos: cócteles de lavandina y nafta súper
es entonces,
mi estómago un piso insalubre y un fiat 147.
pienso que esa es el detonante para empezar a escribir la novela más fantástica del siglo XXI,
mientras me doy cuenta que el gas nunca estuvo prendido,
la cocción a fuego lento falló,
la cena será televisada por gente más feliz, más plástica y más rica que yo,
pero la navidad se cancela hasta nuevo aviso.
mis rostros
sin terminar
le lloran a la noche,
temen tanto volverse la persona que soy
como yo temo el seguir siéndola.
duermo en las ruinas de un teléfono público
donde cuelgan jardines de pestilencias, furia, odio, miseria.
el zumbido de los tubos fluorescentes me ha sabido desintegrar los tímpanos.
sordo, miserable, sin nombre, sin más pecados que cometer
sin gas en una casa que ya no habito
sin hogar, nunca tuve.
sin techo resistente que aguante mi peso en una soga,
pienso que lo que mata, verdaderamente es la humedad,
aquella que hizo añicos esa propiedad durante años y plagó de hongos nocivos mi espalda.
quizás por esa razón duermo parado
para evitar el dolor físico que representa acostarme
y ver al cielo y darme cuenta que la verdadera tragedia que ronda mi vida
es jamás despegar los ojos del suelo ni ver otro rostro que no sea el mío.
en definitiva, negarme la belleza,
pero ya es tarde.
me rehúso
me rehúso
me rehúso.
me usan
me re-usan
y me tiran al primer descampado que haya, donde los gusanos carroñeros me regalan sus condolencias
y los mendigos sin techo, me elevan sus plegarias para que todo en mi vida mejore, de algún modo.
su aliento a cirrosis crónica me hace sentir como en casa
mientras casi inconsciente, presencio la purga de un grupo de oficinistas que chupan el culo de un gordo con un traje más caro que su misma mísera existencia,
aparentemente su jefe.
el escenario es lo de siempre: dos monigotes de traje gris, mismo café en la misma mano, gritándose a mansalva sin ningún tipo de recato.
por más que sea sordo,
puedo leer esos labios mordidos por una ansiedad provocada por lo que yo, a primera vista considero debe ser la situación económica actual
el no saber si se llega a fin de mes, el no poder pagar deudas a esos corredores que les dieron un préstamo, el no comer, el no poder costearse un estilo de vida como el capitalismo les prometió en la incontable cantidad de películas, publicidades, series, reality shows que han consumido durante toda su vida.
el no poder costear la cuenta del cable y despojarse de la única puerta a ese mundo de fantasía en el que anhelan habitar.
si no fuesen significativamente disparejos de altura, uno podría adivinar que se trata de clones.
me rehúso, como de costumbre.
me apago un cigarrillo roto en la piel,
hago un minucioso conteo de todos los círculos de piel chamuscada de mis brazos y piernas
doscientos cuarenta y tres,
nuevo récord.
compro un globo exclusivamente para mí, me siento el rey del mundo.
acto seguido, lo rompo con mis dientes amarillentos
y guardo el cadáver en mi bolsillo.
pienso atarlo con alguna liguita y usarlo como profiláctico.
aunque no tengo a nadie con quien darle uso, soy muy patético para entablar una relación y no he hablado con alguien desde hace semanas.
ya me creo hasta incapaz de hilar una palabra.
me compro una rosa,
también para mi, a veces soy muy caprichoso.
bajo hacia el subterráneo.
elijo línea al azar, justo estoy en estación de combinaciones.
me paro sobre el anden,
paso la línea amarilla como acto de rebeldía al sistema de transportes.
la gente se ve miserable.
yo me veo miserable.
tanto, pero tanto en común.
tiro la rosa a las vías mientras la formación va pasando en frente mío.
luego,
pasa por encima mío.
soy una explosión de valentía ante la cara de todos aquellos cobardes que solo se quedaron parados ahí.
algunos pétalos fueron arrojados con tal violencia que se pegaron a los rostros
de quienes me vieron sacrificarme de más cerca.
impresionante,
primera vez que voy a salir en el diario.
página 26, podría haber salido mejor.
yo mismo me di mi más sentido pésame con esa rosa, no necesito funeral,
no iba a tenerlo, de todos modos.
algún diente mío quedará perfectamente acomodado en la vía por el descuido de un oficial de policía incompetente,
la línea procederá a volver con su funcionamiento normal,
diente
vagón
diente
vagón
velocidad,
freno de mano,
descarrilamiento.
gente aplastada, hora pico, descontrol, se hunde la construcción del túnel
es, sin ninguna duda, que lo que mata, de nuevo, es la humedad
perdón, prosigo
pánico, llamadas de familiares para averiguar si los suyos no padecieron,
lineas saturadas, gente que cenará sola hoy y el resto de su vida
gente que seguirá esperando a alguien que jamás va a llegar,
una piscina de sangre que hierve a mas de 150 metros bajo tierra.
hoy no,
hoy no me rehúso,
hoy me dispongo a lograr todo lo que quiero
y estoy seguro que será un día tan brillante, que el sol calcinará mis ojos
y me arrojará cual vómito lleno de furia a lo más bajo de lo bajo.
el desayuno de los cerdos
que, tradicionalmente, acompañan con una buena lectura
el diario matutino.
mi rostro no está en la tapa,
que decepción
No hay comentarios.:
Publicar un comentario