hoy
se ahuyentar
a quien me nombre
hoy
de niño
recuerdo morir.
era mi hogar, asilo de psicopatología
mi habitación
había cambiado para entonces.
en mis fotos, mi rostro refregado con lavandina
mi piso, inundado de aquella
y un fósforo
cayendo del brazo de mi madre,
que antes que madre, era enfermera y luego fumadora crónica,
terminó por sentenciarme durante un verano entero
al pabellón de quemados.
cinturones de cuero maloliente
olor a vaca
olor a muerte, a matadero, a desprecio
a un gancho oxidado clavándose en el medio de mi cuello
y arrastrando un horrible chirrido consigo hacia mis costillas, hasta entonces, inmaculadas.
un abrazo contra mi voluntad.
los perros de los nadies, de las noches
trataban de despedazarme ante el mínimo de mis descuidos
por el hedor que emanaba
¿a enfermedad? ¿a vísceras podridas?
lo desconocía, sinceramente,
pero ay, en verdad mentiría si dijese que aquellos sabuesos de lo infame
aun me ladran rabiosos en mis momentos de mayor vulnerabilidad.
entonces,
mis manos se estiraban
tratando de alcanzar un poco de la luz de la que se me privaba,
era yo, casi una lágrima
la fiebre me clavaba cada una de mis extremidades
al colchón de pierda al que se me era entregado cual ofrenda,
lloraba por el vacío de las salas en las que yo creía que mis brazos, que mis piernas se habían convertido
galerías de arte desnudas,
yo desnudándome,
el calor deshidratándome
gente mirando por las ventana
yo cobijándome de ropajes,
la vergüenza enfriando mis venas más escondidas,
ay,
todo blanco,
todo sudor,
bolsas de nylon en los rostros del romance moderno,
magritte muriendo
asfixiado,
jamás te dije te amo y hoy creo que me muero,
mis piernas son carnada para un tiburón que jamás será atrapado
¿es que la justicia no podrá nunca frenar la impunidad?
¿es este el muelle donde jugaba de pequeño?
¿o la cuenca de un río donde solo se arrojan desechos?
mis manos tenían ojos en las palmas,
ojos que lloraban a cántaros
por no ver a nadie cerca mío.
las piernas se acurrucaban sin importar el calor
gritaba, imploraba, pedía,
extorsionaba, pero luego caía en cuenta que no estaba en posición de negociar nada
"por favor
por favor"
las siluetas de los árboles me devoraban con su movimiento,
por las tuberías corrían diminutos hombres que de seguro iban a quemarme la lengua por ser tan cobarde.
al lado,
mi hermano
muerto
tapado con una sábana, una televisión de 12 pulgadas muestra una película rebobinándose
el final sería la sentencia,
volver a un videoclub donde quien atendía siempre me asustaba y donde el olor revolvía mi estómago.
los cinturones de cuero me ahorcaban
me asfixiaban
una bolsa de nylon inundada de sangre en mi boca
mis labios la rechazaban
pero mi estómago a punto de inmolarse de ácido, la reclamaba.
abrí mis comisuras,
y lo último que recuerdo es haber vomitado todo mi torrente sanguíneo.
mi madre llorando
mi padre perdido en la nieve
mi hermano muerto
mi perro sacrificado
y
yo
mártir.
un recorte de mi silueta como en un crimen meticulosamente remarcada colillas de cigarrillos
los perros rodeándome
para degustar mi carne virgen,
el cielo sin abrirme sus puertas.
era el deseo de mi cuerpo
mutilado
abandonado
ser un maniquí
así no sentiría
ni lloraría
ni podría darse cuenta de que era débil.
ni podría sentir dolor
ni saber que nadie iba a verlo.
sentía ser un soldado abandonado en un hangar
herido en la cabeza,
contusiones
perdigones perdidos entre la sien
hemorragias tanto internas como externas,
media parálisis facial
además de una pierna menos
y una sonrisa imborrable en el rostro.
recuerdo morir aquel día.
hoy
me recuerdo
de hacer lo mismo.
me recuerdo
de morir
ante los padres de la plaga
siendo tanto aquello bajo la cama que me acechaba de niño
como aquel niño que fui,
aun con las extremidades clavadas
pero hoy
con un pueblo entero en contra.
ah si,
la última cena,
ay mi hogar, aún cultivo de enfermedad y de muerte
lo mismo de siempre: los restos de mi perro envenenado por un vecino al que ahorco con bolsas de nylon en mis mejores sueños
ah si,
y lo mismo de siempre
via crucis
y la crucifixión
y el vitoreo de aquellos que no quieren nombrarme
porque saben que sé ahuyentarlos,
pero que extraño es
que habiendo sido condecorado como mártir una notable cantidad de veces
ni mis piernas
ni mis brazos respondan
¿que? ¿he de gritar mi debilidad a todos?
¿por qué no pueden despegarse de esta cama de piedra?
por favor,
por favor
es que el cielo aún sigue sin abrirme sus puertas
y estoy muy solo acá
mi madre llora
mi padre está perdido en la nieve
mi hermano muerto
mi perro envenenado
y
yo
mártir
del miedo que me da
dejarme solo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario