miércoles, 7 de junio de 2017

la inevitable deformación de los rostros que han visto demasiado tiempo a un punto fijo sin haber hablado de lo mal que se sienten por dentro

yo
agrietaba
las moradas del consuelo

mientras los buitres eran mi aureola,

mientras
me dejaba alimentar por los hijos de la humillación.

mis brazos
  inamovibles

se burlaban de mis labios tiesos.

era aquel, 
el aroma de lo extinto.

soy un hombre enfermo, enfermándose
si fuese dos hombres enfermos, estaría enfermándome dos veces
si fuese tres hombres enfermos, enfermaría tres veces

¿como de otra formaría sería perseverante?

si no es enfermando, ¿entonces como? 

balbuceo en staccato//

¿como posar la cabeza en algún lugar donde no hay nadie?

donde
no hay nadie.

¿como éramos aquello que contemplábamos?

algo que termina, inexorablemente,
revela la horrenda verdad de los ojos quebrados: el rechazo de todas las muñecas.

hay dos niños chocando sus manos, gritando una rima, riendo, son las 22:55 pm
dado que los niños no estarán, supongo, despiertos a esa hora, reformulo

hay dos niños chocando sus manos, gritando una rima, riendo, son las 10:54 am

entonces,

resuelvo que ambos llorarán exactamente dentro de un cuarto de hora
por algo que uno de los dos haya dicho por lo que creyó de un tercero en discordia, 

mientras que el otro dirá lo contrario a éste, por lo que él se acuerda que dijo hace dos semanas, 
cuando se encontraban haciendo la misma rutina que comenté en el planteo de situación
que se contradecía claramente con lo que dice ahora.

entonces, 

concluyo que en verdad no hay un tercero en discordia
como también, en verdad, ninguno de los dos chicos dijo nada

como también, en verdad, no hay tales dos chicos.

mis brazos aún siguen inmóviles
mi rostro se deshace cada vez que miro al sol.

mi mandíbula anudada con alambre, desganada,
tritura su propia negación (mía también) ante la idea de continuar.

¿por que aprehender a los molares, maxilares, muelas, colmillos a esta tortura sin fin?

si niego (negamos)
tanto.

además
siempre es más fácil escupir 

cargar los pulmones plagados de gusanos flemáticos y arremeter contra el cielo
contra los buitres guardianes para alejarlos un día mas.

estoy enfermo.
estoy yo, uno solo, enfermo. 

estoy en una tubería.

estoy rompiendo una tubería con mis dientes, porque sé que nunca aprendo.
pero me aprehendo.

estoy en una cascada cloacal.

caigo donde hay un hospital inundado

donde hay camillas, sillas, sueros inundados

verdosos, mohosos.

hay enfermos inundados

estoy yo, enfermo, inundado
estoy yo dos veces, enfermo, enfermo, inundado, inundado
estoy yo tres veces, enfermo, enfermo, enfermo, inundado, inundado, inundado

estoy yo
repleto de agua estancada

estoy yo buscando el fondo de mi bañera: el sarro que nunca limpié.

yo, error.
yo, quien se va.

lo mudo es lo prohibido
la noche es el decimoquinto círculo del infierno.

y la urbe es la ubre (¡ja!) de una vaca gigantesca y plagada de cucarachas que crearon una circunvalación en sus treinta y ocho estómagos
y ahí viven.

yo, atestado de podredumbre, durmiendo en la ventilación de un edificio de cuarenta metros
recolectando hedores, fluidos dudosos

a los que les demuestro el más fiel cariño.

yo, soledad.

yo, abnegado, abatido, arrinconado.

yo.
ya.

¿ya para qué?

¿ya para qué resistir?

si no es hoy, dentro de treinta años, el techo se va a hundir en tu mirada 
concreto por todos lados

hay que tener miedo
dejar que te sobrepase

y seguir teniéndolo

¿ya para qué resistir?

si todos estamos enfermos, replicamos a nuestros propios hijos la violencia de la que nacemos, prohibimos el idioma de nuestros cuerpos entorpecidos
creando una matriz maldita a la cual usamos como nido y que nos regurgita el alimento mas rancio que podríamos digerir
en nuestros órganos dinamitados de daños 

y llenos
del cloro que tomamos para sentir que realmente dejamos esta piel
nuestra,

pero aún, nunca nos fuimos.

entonces
¿ya para qué resistir?

si todo es inútil, 
además.

ya no sé como éramos aquello que contemplábamos
no puedo extrañarlo porque no lo reconozco

no lo siento, 
y aunque fuese algo tangible, no podría hacerle nada

salvo darle un beso en la mejilla, abrirle la puerta al grito de miles de bisagras

y decirle: buenas noches.

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