domingo, 25 de junio de 2017

cosas de las que debería evitar hablar en una reunión social con gente que no conozco


hundo mis huellas dactilares 
en pocillos rebalsantes de kerosene hirviendo,

inhalo

los ojos pálidos como la piel,
burbujean como estática.

/no tv signal/

arde la falta,
quema el dolor.

una constante de disonancia
     la implosión del tímpano.

sangre que cae con gentileza
se evapora antes de tocar el barro.

dentro mío,
incendio.
dentro mío,
peligro de derrumbe.

dentro mío,
el cementerio de todos mis animales de la infancia

ya recuerdo: mis manos jamás tuvieron nombre.

me deshago de mi pecho percudido
mis alas rotas,
     la migración que no será

vienen a mi 
guadañas almacenadas en la estantería mas alta
de la más recóndita de las estancias

ubicadas en el punto más olvidado del planeta.

un foco vibra a frecuencias inaudibles

óxido en mis piernas,
atascamiento

madera hinchada, podrida,
las paredes que se cierran,
claustrofobia.

aquí dentro existe un peligro de derrumbe

allá afuera cae ácido del cielo.

todos levantan sus manos
para volver más impersonal la interacción romántica,

anonimatos.

mi corazón disecado

es exhibido en un callejón sin salida,
ofrenda de lo mas profundo
del dolor.

disturbios en el oeste: un flautista inexperto llena su habitación,
un séptimo piso de un monoblock, con ratas tras haber leído una conocida historia.

tras horas de hacinamiento y práctica

las ratas, con sus orejas sangrando y sus chillidos que armonizan con las disonancias del flautista

como último devenir de su voluntad
arremeten en un ataque del mas salvaje canibalismo contra el pobre flautista.

la escena es encontrada tres meses después

el panorama es cliché: podredumbre, descomposición, gusanos, heces post mortem, sangre seca
un teléfono que no deja de sonar

y un sol que no se anima a entrar por la ventana.

el pronóstico, de todos modos, es alentador: tras meses de un invierno crudo,
el mas largo del que se tenga registro dado un fenómeno astronómico que aun no ha conseguido explicación,

en un cementerio de trenes, alguien tiene constancia de que ha florecido la primer flor en mucho tiempo.

la gente se une en una celebración muy emotiva

todos toman sus manos
las levantan al cielo

y se sacan los ojos los unos a los otros, en total y completo silencio.

mi corazón disecado, aún en exhibición,
vuelve a latir

me han conmovido tanto, pienso.

mis manos sin nombre tocan la tierra
sin dejar rastros.

bebo de un pocillo helado
cuyo contenido corta mi tráquea

las palabras huyen,

el kerosene sigue quemando, ardiendo

la falta, el dolor
faltando, doliendo.

mis pupilas se escapan,

dentro mío observan la oscuridad que atesoro.

dentro mío,
cenizas de un incendio controlado.
dentro mío,
ruinas de una demolición súbita.

hay agua filtrándose del tomacorrientes,
aún no sé por qué, ni sé como.

la estática pululando en la televisión
hace cortocircuito.

el cristal implosiona y las frecuencias me cercenan la garganta.

/no tv/

me río yo, muerto
de mí, degollado.

aquí dentro hay oscuridad, ceguera

allá afuera, solo miedo.

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