imprimo
el día mas triste de mi infancia
en mi piel.
una lámpara de mercurio de alta presión
talla mi rostro en lágrimas,
la muerte de mi primera mascota se distingue entre tanta piel quemada.
risas de adultos
mofándose de la muestra más inocente de mi amor
me recuerdan lo que verdaderamente es estar en casa.
mi llanto
cura la herida,
incendio controlado,
pero existe alto riesgo de melanoma.
cuencas vacías
drenando nostalgia y rencor,
los gusanos de humedad descomponiendo la mirada vacía de mi padre
le dieron lugar a mi primer adiós
deshonesto.
las jaurías muertas
que fueron la primera muestra de lealtad verdadera
ahora decoran el árbol de navidad con sus intestinos como guirnaldas.
de nuevo
no ceno nada, no se me ofrece, tampoco.
dan las doce,
busco los regalos
y no hay ninguno con mi nombre.
un brindis más
mis ojos se alzan al cielo
una lluvia ácida se desangra sobre mí
mi llanto me enceguece,
otro año perdiéndome la fantástica demostración de fuegos de artificio de los vecinos mejor acomodados del barrio
mis ojos se alzan al cielo
no veo nada más
que la noche que me abraza,
que me escupe
que me encierra en un galpón donde la luz intermitente me cuenta historias lo suficientemente bien narradas para conciliar el sueño,
pero lo suficientemente aterradoras para mantenerme atento del más mínimo intento de las ratas festivas hambrientas
de devorarme
no veo nada más que la noche,
que me hace llorar
de nuevo.
coma auto-inflingido por la vergüenza de mostrarme.
una semana hundiéndome en una colchón donde revolotean las cucarachas
desesperadas por una caricia.
una semana y eso es todo.
es año nuevo
y el mal uso de pirotecnia, además de causar decenas de muertos y otro centenar de accidentados
de nuevo, en mi barrio, ha gestado arboles que cercaron el camino de salida hacia el pueblo,
cul-de-sac.
31 de enero, 14:12 pm: corte general de la red eléctrica.
otro año en el que se festeja el cenar hongos escarbados de una heladera descongelada.
nadie en la mesa se ha aseado en días,
incluyéndome.
el calor me seca los ojos,
acaricio mis pupilas con escarbadientes y parpadeo manualmente.
todos se han ido a dormir
y yo sigo mirando el techo.
veo el reloj: 3:04 pm.
la energía es restaurada.
feliz año nuevo.
abro todos y cada uno de los cajones de mi casa
ansiando hallar regalos que no se me hayan sido entregados debido al brutal asesinato del clima festivo
pero en cada uno de ellos
solo distingo bebés muertos.
solo hay bebés muertos,
calcinados,
mutilados,
dejados a la intemperie a morir de hambre.
no puedo evitar verme a mi mismo ahí,
como si alguien abriese el techo de mi casa de un delicado movimiento
y me viera
crucificado, para adquirir una mejor postura
con mis ojos vueltos pasas vencidas,
comida de tradición cada nuevo año, pero que a este punto casi me pueden llegar a embriagar de solo cerrar los ojos un tiempo prolongado.
no puedo evitar verme aniquilado,
humillado,
vencido,
asesinado, mutilado, calcinado
no puedo evitar sentir que alguien desgarra con un puñal de neón
mi tierna espalda de adoquín virgen
oh, suave suplicio/bendición.
no he de irme, como un infante tan risueño
sin antes pedir,
sin antes abogar por alguien.
alguien que beba de esto que soy,
alguien que vuelva a levantar las paredes que derribé de mis gritos,
alguien que recuerde quien fui alguna vez.
alguien que escuche las palabras que atesoro en la turbiedad del rio -mis vias respiratorias inundadas-
alguien que acuda a mi pedido de auxilio: mi hogar peligra.
alguien que frene los intentos de mi cuerpo débil
de violentarse a si mismo aún más,
alguien que no me ponga en la estrella de un árbol sin frutos
y me deje a mi suerte.
alguien
que por favor
crea que puedo ser mejor que esto.
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