miércoles, 11 de abril de 2018

el dilema de odiar equivocarse y hacer un error de todo lo que hago

las luces de la calle y el motor de mi heladera vibran a frecuencias similares.

hay una tormenta que nace prematura.

residuos huérfanos llegan a mi y ya no tienen fuerzas para buscar otro refugio.

me fabrico un vestido con bolsas de nylon rasgadas,
una corona con flores desechadas de amores reciclados

y una esperanza, con todo lo poco que me queda.

y desfilo.

toda la cuadra es mi pasarela,

toda baldosa floja que repiquetea barro entre las hendijas de mi vestido, 
parece innovarlo, abstraerlo.

entiéndase como si jackson pollock interviniese carrefour.

me quedo quieto mirando a un público inexistente,
un público que marca el fin de la luminaria pública

un público que se ve similar a lo que sueño

una garganta helada,
un par de ojos bien cerrados

un corte de luz general.

-allá afuera te comen vivo-, me han dicho.

no quiero decir que tengo miedo,
todos los ojos están puestos en mi

y no puedo defraudarme, no de nuevo.

pero la verdad es que por dentro estoy llorando,
me estoy cayendo.

me doy vuelta
y sigo desfilando.

por cada paso que doy, el suelo se agrieta.

nado sincronizado edilicio: por cuadra hay, digamos, 8 edificios de, supongamos, 7 pisos cada uno,

por cada balcón, alguien derrotado

entregándose al precipicio
como acto de fé,

uno tras el otro.

ya no me mueve nada.

el despliegue de muerte fue una salida triunfal,
todo el mundo quiere ser mi amigo ahora.

los autos con sus flashes me irritan los ojos
  
me acorralan a bocinazos para que les diga que existe un futuro mejor que este presente.

me coso los labios con hilos de cera para no dar testimonio,
me censuro para no volver a arrepentirme de algo que dije.

mi antebrazo es testigo
de todos los arañazos que me infligen 

para obtener una parte de mi,

y eso que jamás fui algo más allá de partes incompletas cosidas con retazos de alambre oxidado.

me desarman,
me desmiembran,

me hablan por demás de lo que soy, de lo que fui.

se hacen abrigos con mi piel
y posan inundados de formol para preservar ese momento.

estático.

ajeno.

yo me limito a dormir entre árboles cuyas raíces jamás se tocan,

donde la tierra es húmeda, 
donde jamás va a nacer calor.

donde hay otros como yo, 

otros con las costillas ahuecadas,
con los labios pulverizados,

con las pestañas quemadas 

durmiendo muy, pero muy cerca a pesar de que no tengamos conciencia uno del otro.

la otra cara de la entrega hacia los otros

es eso que nadie te dice,

es ese momento donde ves al techo, con la luz prendida, intermitente
vibrando a una frecuencia similar 

al motor de tu heladera, que en su carencia

al abrirse despliega una luz que dilata tus pupilas,

pero cuando se cierra y nadie mas puede ver dentro de ella
llora en lo oscuro

pudriéndose poco a poco

por aquello que dejaron adentro y nadie recuerda,
ni vuelven a utilizar.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario