ángel
portátil,
sabes bien
que no soy inmune
a la destrucción del movimiento,
como tampoco a las sospechas que atrae el impacto.
sabes
como me vuelvo indefenso
ante el robo del hábito
y que no puedo asentar refugio
dentro de una caja metálica.
¿podrías, por favor, detener a las bestias de hilo?
sus agujas atraviesan
las muñecas del mundo,
doliendo a la par,
mientras avanzan
bebiendo
sorbos
de ruido, antídoto
para anular el silencio.
ángel
estéreo,
sabías bien
que no eran, sino verdades,
los manantiales de tornasol
desbordando de los desagües de las gomerías del bario.
entendías entonces,
como mi entereza yacía en el reflejo de mis tobillos,
donde por arriba, casi sobre el cielo,
el dobladillo de aluminio caía
sobre un suelo
infinito.
eran nuestros
los presentes perpetuos.
era tuyo el destierro.
ángel
plástico,
sabes bien
disfrazar tu naturaleza.
sabías bien
que eran los cortes en seco sobre cuellos vacunos,
y la muerte en el autódromo -corriendo la última vuelta-
los amuletos que ahuyentaban
la ceguera inducida.
eran mías
tus manos
despojándome
de la creencia efímera
y empujando al mundo
a una rendición incondicional.
ángel
absoluto,
sabes bien
que no soy rival
para la hostilidad de la intemperie,
como tampoco para las hordas que azotan la fertilidad de los últimos campos.
sabes
como me vuelvo
preso de la codicia ante la carencia
y que no puedo volver a inventar el fuego
¿podrías, por favor, darme mas tiempo?