exorbitante,
el movimiento de estas venas me rodea,
en oposición a mi quietud;
la pulsión de la sangre me da cuenta de ello,
puesto que las cuencas de mis miradas ya han colapsado
difuminándose en sueños ajenos [lejanos]
y no existe más que la oscuridad
(¿o será que mi sombra me ha tragado?)
pero ya sea a contraluz o a pleno día,
hierve la sangre donde permanezco,
las venas me siguen atando;
me retienen en un cubículo anacrónico
enraizado en las profundidades de un vientre
cada día más claustrofóbico,
a cada palpitar
más lóbrego
¿podré esquivar el péndulo que rebota entre la vida y la muerte?
que cual hacha,
desgarra un poco más de mi pecho cada instante,
cortando las venas
que me atan a la penumbra
derramando la sangre,
cuyo debilitado caudal que surca mi carne,
resuena en ecos perpetuos, en consonancia con el minuto,
disparándole dudas a un futuro eterno
y si acaso estos pies inmóviles
finalmente, escapasen del magnetismo existencial
tal vez reciban caricias del musgo fresco
y del algodón
o puede que,
a cada paso les arda otro retazo de cuero
en un sendero de brasa infernal
[no habrán dolores que hurguen las memorias]
sea de la forma que sea, (y habrá de ser)
la tentación al vacío, desposeído de antepechos,
existirá en ambos escenarios
invitando a bailar a mi alma sobre una cornisa
donde llueve la sangre que cae
de estas venas
que me siguen atando
conteniéndome ante la posibilidad de caída libre, abismo adentro
Escrito con Felix
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