sábado, 27 de febrero de 2016

Venéreo

exorbitante,
el movimiento de estas venas me rodea,

en oposición a mi quietud;

la pulsión de la sangre me da cuenta de ello,

puesto que las cuencas de mis miradas ya han colapsado
difuminándose en sueños ajenos [lejanos]

y no existe más que la oscuridad
(¿o será que mi sombra me ha tragado?)

pero ya sea a contraluz o a pleno día,
hierve la sangre donde permanezco,

las venas me siguen atando;

me retienen en un cubículo anacrónico
enraizado en las profundidades de un vientre 

cada día más claustrofóbico, 

a cada palpitar 
más lóbrego  

¿podré esquivar el péndulo que rebota entre la vida y la muerte?
que cual hacha,

desgarra un poco más de mi pecho cada instante,
cortando las venas 

que me atan a la penumbra

derramando la sangre,
cuyo debilitado caudal que surca mi carne,

resuena en ecos perpetuos, en consonancia con el minuto,
disparándole dudas a un futuro eterno

y si acaso estos pies inmóviles 

finalmente, escapasen del magnetismo existencial

tal vez reciban caricias del musgo fresco 
y del algodón 

o puede que, 

a cada paso les arda otro retazo de cuero
en un sendero de brasa infernal

[no habrán dolores que hurguen las memorias]

sea de la forma que sea, (y habrá de ser)

la tentación al vacío, desposeído de antepechos,
existirá en ambos escenarios

invitando a bailar a mi alma sobre una cornisa

donde llueve la sangre que cae
de estas venas

que me siguen atando

conteniéndome ante la posibilidad de caída libre, abismo adentro

Escrito con Felix

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