roen carcamales hambrientos,
la persistencia que tensa los umbrales de los inciertos,
delimitándolos;
tendones orquestando su crujido de sombras,
esparcen su miedo, sugestionando mi gesticulador
de inexorables reflejos
y lamentos resquebrajados;
no hay fulgor ahora
que a mi sombra haga nacer,
ya que no existe mi contorno en la penumbra,
ni mi piel en la infinidad del incesante declive
tras el cual marcaré el fin de nuestro abismo;
[abrupto descontinuado, derramándose ambigüedad]
(túrbase la respiración mía)
realización
[y...]
recordé que tenía los labios abiertos cuando me inundé de tu silencio
y caí muerto, hundiéndome en el suelo,
pero he ahí la vaguedad y la certeza de mi fulminación:
[espacio] [acción]
tanto en la ideación de mi decadencia, aferrándome a nuestras penumbras,
como en la culminación más sincera de aquello que no dijimos
[la falta de mis palabras,
la cantidad de tu silencio]
terminaba por hundirme,
delimitando el fin de nuestro abismo:
el silencio que nos mata
y ahora vuelvo a enfrentarme a tu mirada, sin poder aún decir nada,
ni cerrar mi boca,
no calles
(hablame)
[...]
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