lunes, 14 de marzo de 2016

Sobre el Autor

yo fondo:

el aire que me robo apenas un pie me acaricia,
es la vida que me falta,

la sal que no se vuelca, pero arde en el recuerdo:
esas heridas que invocaban
posesiones de la sangre más austera,

y la tristeza acongojándose bajo la norma
y los ahorcados desfilando con la culpa de haber intentado ser libres;

y yo
sombra:

no hay llamamiento, en mí
salvo la presencia que se desprende siempre de la piel tan llamada propia,

y la ausencia (amor de todos los amores míos)
que esta consigo acarrea;

inhabitantes del espacio propio 
existen perfumados en tal ausencia,

manifestados en invocaciones (conjuros de complejidad variable) 


mostrándose ante ojos incautos, como ciervos de revelaciones y visiones impropias,

y aún pues, sumidos en la tan llamada nada,
su ocupación hiere los confines de los espejos cuyo reflejo no existe:

asesinan mi contorno;

y yo
huida:

enardezco la fuga del sol sobre el sitio [horizonte] 
donde me he visto casi toda mi vida;

ahora siento un poco más de frío sobre los peldaños
de la torre de la cual he caído más de una vez,

¿y mis pies? por supuesto, desnudos;

los preámbulos divagan entre la formalidad y la precisión
y solo queda aquella forma, que a contraluz 

sombrea el esbozo de un poema,

[casi siento la tempestad pisoteandome el pecho]

y la imposibilidad de que aquel poema sea leído,
pues sé que sus palabras han muerto al posarse sobre ellas mi mirada,

ya no existe un sentimiento en él
[en mi];

y yo
abnegación:

escucho una voz que dice: vámonos

¿pero a dónde ir, pues, si no hay donde?

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