martes, 4 de octubre de 2016

dolor es desmenuzarse y darte cuenta que de todo tu armazón, sos solo un charco de agua estancada

me prolongaba
en un tacto que no era mío,
ni de nadie.

despertaba enumerando:

mis dos ojos, mi sombra:
no me habitaba más nada.

luego, me extendía 

hacia un viento agrio
que mecía la cortina de mi memoria.

algo siempre me devolvía al viento,
mi mirada entorpecida, estaba

y mis manos no sentían (ni sienten) el aire tanto
como para 
ver.

entonces, mi sombra:
no me habitaba más nada.

la tierra se levantaba,
cada puñado era daga

ardor/ard/orar/dor, 
la sangre coagulaba cada veintitrés pasos

porque entonces yo caminaba
¿y a donde iba, acaso?

las cicatrices eran mi piel desnuda,
puesto mi entereza era herida
y dolía, por supuesto que dolía

pero, reitero, entonces yo caminaba
puesto aquellos eran mis sueños, doliendo.

me despertaba ahogado de pavor, empapado de miedo,
y bañado de noche.

no me atrevía a despertar a los murciélagos en mi persiana,
-me iban a perseguir con una escoba por toda la casa, de seguro-

inmóvil.
no veía, ni me proyectaba

entonces, nada:
no me habitaba más nada.
y era libre.


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