lunes, 7 de noviembre de 2016

de aves y mandrágoras

a veces aves avanzan 
arremetiendo ante abanicadas de furia que preceden a la noche.

ahora, estudio compositivo de quien enardece:


picotazo, picotazo, atisbo mínimo de una gota de sangre roja  

y un ala maltrecha robando la flor mas hermosa de la primavera 

que adornará su nido,
quizás con ella,


hogar que consigo se llevará la lluvia.


(desahucio)


y la tan dolida columna de la mandrágora 


que grita su raíz ante lo tragicómico de la escena

y grita tanto que me nombra
ah, y se nombra, también

(¡es esa la emoción de la etimología!)

espejo, espejo, espejo

un marco roto 
y un reflejo (triste)

embellecimiento de una procedencia,

al ir adornando mi pasado con más y más exageraciones

mi presente ya está viéndose muy pequeño


(y es que... ¡qué minúsculo que soy! ¿verdad?)


mi oficio primero,

haber nacido
mi cúspide, (también)

y desde entonces en picada


y en mi pico ni siquiera un trozo de carne podrida

solo tallos que ni siquiera guardan espinas

que me hagan sentir algo.


y oigo al bosque gritar, enardeciendo, 

y hay algo que está pronto a extinguirse

y hay algo que está naciendo,


pero de momento no me interesa, 


de momento el viento

es lo único que sopla

pero que no me mira, ni me toca


solo está.


y algo que me nombra, me posee y me dice


algo,

pero no entiendo bien qué.

a veces me hablan aquellas quienes gritaron 

lo suficiente para dejarme mudo

para desnudar mis palabras y volverlas ruina,

tierra infértil,

como se diga.


y me hablan y yo las leo


y grito tanto, y tanto desde mi raíz

que me nombro

y parezco nombrar a alguien


que siento,

pero que no conozco.



(no iba a escribir nada más después de esto,

pero están pasando una bandada de cuervos cargando con la flor más hermosa que haya visto

ojalá no les pase nada con esta tormenta.)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario