soy
sin la necesidad de un nombre.
soy una aguja clavada en el ojo
de un camello moribundo
cosiendo larvas en sus cuencas,
pudriéndolo.
soy el óxido que corroe pilares viejos
ocasionando un derrumbe.
soy esa ruina de concreto dinamitado, también.
soy la última cena de un preso
que resultó ser inocente.
soy la soga que abraza su cuello
y soy su última plegaria.
soy el kerosene que como último recurso,
baja por una garganta
incendiándola.
soy las vías a las que alguien se arroja para abrazarlas
y soy el tren que le pasa por encima.
soy
aquel que era
cuando no era nadie.
cuando me maniataban
aprisionándome en sus manos sudorosas
y me arrojaban a la basura.
cuando cortaban mi corazón con leños helados
y me dejaban a mi suerte.
cuando limaban mi lengua con doscientas lijas
y yo gritaba
y gritaba
hasta enmudecer.
soy el temor a dios de niños que ni siquiera saben hablar
soy la re-encarnación de cristo capitalizada mundialmente
en ventas con precios exagerados
de estampitas con el rostro de un hombre blanco y rubio
a pesar de haber nacido, supuestamente, en medio oriente.
soy el teléfono público que no funciona a las tres de la mañana
y soy también, la moneda desperdiciada en la que un hombre
depositó toda su esperanza.
soy la lluvia que le cae encima a ese pobre hombre
y soy el piloto que le falta para que no se moje.
soy el ascensor que toma
y el tablero iluminando el décimo séptimo piso.
soy el viento arremetiendo violentamente contra la tersura
de un rostro triste,
como también soy el salto que ese hombre da.
soy el piso destruyendo un cráneo y cientos de huesos.
soy los paramédicos y los forenses
como también soy el tránsito cortado.
soy las condolencias de vecinos a una familia indiferente
como también soy un cadáver en la morgue
completamente olvidado.
soy esa falta de identidad.
soy juan perez.
aquel juan perez que antes, operario de una empresa telefónica fue despojado de su trabajo el día antes de arreglar un teléfono público ubicado en el centro de una metrópoli por un supuesto crimen que no tenía culpable, por lo que lo culparon a él, siendo condenado a pena de muerte, teniendo el lujo de una última cena, en la que pidió comer la misma comida que su madre le preparaba cuando era tan solo un chico. el mismo juan perez que recibió un sermón del padre y en vez de someterse ante dios, se cuestionó todas las contradicciones de la religión cristiana.
aquel juan perez que osciló en una horca, cuando minutos después una cámara de diputados tardía declaró inconstitucional la pena de muerte y un fiscal se dio cuenta que ese juan perez era inocente.
aquel juan perez que no fue reconocido siquiera en la morgue y yace junto a otro juan perez en la tundra mortuoria de un edificio en el centro, que frente a su fachada, tiene un teléfono público que no funciona.
pero soy,
al menos soy
y soy eso.
¡ja!
daleeeeedalebokvamoa ganaaaaaaa
ResponderBorrarqué genio que sos lpm
ResponderBorrarqué genio que sos lpm
ResponderBorrar<3
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