viernes, 26 de mayo de 2017

no te preocupes por lo de esa vez, no tenes que pedirme perdón, no, no es que lo haya olvidado, es que simplemente evito hablar de eso para no ponerme más triste, y todo anda un poco mejor así, creo... ¿vos todo bien?

chilla el óxido de mis huesos vencidos
como rieles de un tren descarrilado.

demolición de lo que resta,

"aún no se tienen datos certeros en cuanto al número de víctimas" -oigo-
tengo que dejar de oír tanto ruido blanco -pienso-

la invención de fatalismos es tan irremediable
como hurgar ante el surgimiento de la carencia,

¿que es lo que estoy buscando, sino es una razón?

mis manos no saben no ponerse nerviosas,
torpes, se pisan, se ahogan

y solo logro a desmayarme, por su falta de perseverancia ante todo.

demolición de lo que resta,

yo despertando, soy las ruinas de una edificación vacía

y aunque no tengo un cielo arriba mío
se que si lo tuviese, no lo vería,

llovería

y entre la tierra mojada, hurgaría, tratando de encontrar
y reconocer mi cuerpo entre tantos
que hay.

ahora recibo yo mis faltas,
ahondando en la permanencia de mi sombra

que me insta a deshacerme de la furia que vuelco 

sobre mi rostro 
que se arrastra por los cerámicos que destruí de tanto dolor.

que me queman,
  que me arden,
    que me hieren.

traducción:
             me hiero,
                  me quiebro.

lágrimas acaudaladas en un mingitorio,

a los mosquitos ahogándose,
que zumban cuales lámparas intermitentes

les ofrendo el filtro del cigarrillo que tardé en despedirme
a modo de corona de flores.

el baño se encuentra cerrado por duelo.

hay muerte ahí afuera,

(como aquí dentro también)

el aire, enfermo de violencia
espía por rendijas de vértebras arquitectónicas

a aquellos que no saben combatir al frío.

la lengua se cae a pedazos
de estar tanto tiempo amordazada ante un paladar al que todo le es indistinto,

ya sea caviar
o brea hirviendo.

sedimentación: la mirada estancada en mis pies descalzos.

tanto carbón han caminado
que ya han extinto al fuego, susurrando su verdadero nombre.

"hay muerte ahí afuera" - oigo

¿que más quiero desprender de mí?

soy solo una costilla acariciando una columna doblada,
entristecida, jorobada

cual violonchelo que chilla por sus huesos vencidos

MIS huesos vencidos -digo-

esta es mi carne, mi vacío
será mi derrota entonces, también,

solista de fatalidad.

demolición planeada: "el número de víctimas ha ascendido a los 243, continua la búsqueda de sobrevivientes" (eco)

la tentativa de decir siempre que no, nace con la urgencia.

¿para que buscar tanto? ¿quién necesita una razón? -digo-

los mosquitos que echan de menos mi piel
han muerto en vano,

no hay calidez en un abrazo que no se hunde en mi espalda y no me desarma
ni me hiere
ni me sana

ni me quiebra.

no hay un punto medio,
salvo aquello que se extingue con la bandera a media asta.

no quiero volver a verme, no quiero volver a destruirme del dolor.

"el edificio se encuentra cerrado por duelo"

cremación de lo que queda

y lo que queda
es solo el eco.

jueves, 18 de mayo de 2017

la trágica historia de todos los "por qué" que no tuvieron respuesta en mi niñez

he desatado la tentación al destierro,

a la cosecha de los muertos,
los nacidos de la mugre.

manos atadas, asfixiadas, dolidas
suplican

al mismo momento que aguardan por la migración,

la aniquilación de lo inalterado
que terminará de conmover al mundo,

pero ¿quien podría cautivarse teniendo los ojos vendados?

mis manos arden de faltas.

la hoguera de mis lamentos 
  es culpable de la tentación.

la piel cristalizada
es el peso de la noche que cae sobre mí.

¿quién me necesita sentado al borde de la sombra?

niñez:

ramas marchitas proyectándose en mi techo,
miedo, llanto despavorido

una voz calma que habla sin dejarse ver los ojos.

historia de hace tanto:
aljibe, carencia, agujero, vacío.

mecerse en una cuna que es cripta,
recuerdo la inminencia de lo trágico:

"me caigo, 
   me caigo, 
      me caigo."

tan súbito:

siglo XIX, antigüedad ocre, daguerrotipo
retrato movido, fingido, actuado

las caras entristecidas de nostalgia, los rostros deformados.

mis miedos en la infancia de los antepasados
que desearon en vida

 jamás haber nacido.

¿por qué es que entonces, todo concluye en la finitud y el filo de una garganta con su mecanismo atascado?

ahí es donde
me veo arrimado a lo que no conozco,

contemplando la pulverización de mi lengua

esclava, maldita
castigada por manos asfixiadas, dolidas

que no han sido meritorias más que de lo impuro.

ay, la secuela de lo frágil,

la huida de la ira 
 y la permanencia de pena,

constancia en cuyo eco
no me atrevo a oírme nombrar 

¿y que será, entonces?


las manos en mis ojos, me impiden ver

pero la garganta infartada

no es que me impida
gritar,

es solo que no me atrevo.

martes, 16 de mayo de 2017

el peso de la aniquilación de todos los cuerpos


ante el miedo resguardarme
en el albergue del desencanto

léase fosa séptica,

donde
mi piel es recorrida y violentada por linajes de sangre real
tragados por una garganta de pvc

casi al borde del desborde

y donde 

nuestros mismos nombres
tallados en la vértebra de la urgencia

son ahora
canto eclesiástico
de aquellos quienes no saben ver al sol.


ante el miedo resguardarme
donde no moran aquellos de pecho ahuecado

que en horda, piden que les entregue mi cabeza
para poder adorarme cual divinidad.

pero
me rehúso, digo ¿quién no lo haría?

me rehúso a ser yo mismo quien me fusile,

quien gatille a ultranza
mi rostro venido abajo por la pena

y bendecido por la misma repulsión,

puesto que
es suponer, cuanto menos, que quien me imita

perecerá también, tanto de pena
como de odio hacia mi,

por haberme ido,
por haberlo entregado.

por no haber asediado con la poca fuerza que me queda, ya
aquellos lugares donde hemos vivido.

vos,
tu nombre y el mío

inmaculados como estampitas trituradas por
mandíbulas hartas de hambre,

tallados en la buenaventura de la muerte fermentada

(ah, pero que vista la ver crecer los jardines desde abajo)

abajo, desagüe
abajo, sangre
seca.

rosas color tierra
dejan mis memorias en consuelo mío

el temor jamás ha sido tanto como ahora.

no sé si resguardarme
pues,

no sé si temo más a la cobardía
o a afrontar la horca que yo mismo me impongo.

ay la soga,
el péndulo

el reloj dando las once

y el miedo.

el albergue del desencanto, podrido
los pechos sin nada, plagados de infecciones, de podredumbre

y si fuese yo,
corazón

ay, desagüe por la aorta principal
sangre virgen de amor, 

y seca 

por el miedo.

domingo, 7 de mayo de 2017

el noble arte de arrojarse desde el borde del mundo y arrepentirse

ontología de una fábula:

si la sed es un hueco podrido en la garganta 
un espejismo acuoso sobre el asfalto de una ruta a ningún lugar,

o un paladar enfermo ¿que mas da?

beban, 
bebamos, 
embriaguémonos
con la baba que cuelga de este retrasado dios idiota.

el deleite de los desamparados.

colecciones de confesionarios:

jesus atado con un cinturón en el cuello
al apoya cabezas de una cama victoriana

vestido de cuero 
 con una manzana en la boca
             gimiendo

mientras le vomitan perdón
sobre las heridas.

lo que me hace imaginar que el cielo no es un deshuesadero,
como tienden a enseñarnos,

sino un burdel vip, donde san pedro es el patovica.

en un escenario así de libertino, el goce clausura al dolor
y las lágrimas se vuelven espesas y blancas, y frenético es el movimiento de las caderas, genuflexiones del sometido 

¿y ahora que la tempestad se avecina, qué más queda por desmantelar?

bendita es el agua que gotea de los techos 
y sobre todo, 

bendita la virginidad de la matriarca
la hilacha  suelta
la carcajada final,

las lenguas adorando la humedad de las paredes.
las manchas del pecado.

el agua se escapa por traqueotomías clandestinas,

la madera se pudre como la vista.

se anega el nido de ratas
sus chillidos guturales me trizan la dentadura

ellas son quienes corean la oda a la miseria

las que serán mártires
y resucitarán al tercer día.

en un acto de desesperación, 
convertiré mi manotazo de ahogado 
en un cachetazo 
a la campanita que dentro de mi boca se mece, 

devolveré lo que me fue regalado 
que no pedí 
que no quiero 
que no me pertenece,

contemplarán a un volcán ebulliendo de mis madrigueras 

vomitaré las ratas contra las caras atentas de los cuervos,
crucificaré a cada una de ellas por sus colas

rindiéndoles memoria en mis más atroces sueños
donde son ellas quienes roen mis tobillos

y son el jurado de un proceso en cual no tengo defensa

ni boca
que grite alguna queja,

ni cuello
para cumplir con la muerte, mi condena

contando solo con el torso enfermo, roto, partido
a un lado de una habitación donde no quepo, ni respiro

llorando, quejándome del maloliente crucifijo que está clavado en mi pecho.

es el miedo éste
de tener el corazón despojado del cuerpo,

jadeando con cada respiración

sosteniendo en mis manos las colas extirpadas de nuestras salvadoras
a modo de castigo divino

empapándolas de angustia, bendiciéndolas

muriéndome de sed.

Escrito con Felix