jueves, 11 de agosto de 2022

ahora que han hervido las aguavivas

el desalojo es nombrado por el hábito de lo ausente,
confieso no poder reconocer lo transitorio,
la fuga de sombras que se vuelven parte de una noche
que va a parar al fondo de mi bolsillo,
o abajo de la cama de alguien
que sueña con perseguir una palabra desde un primer piso
hasta encontrarse con una caldera que escupe gentilmente un humo grisáceo
y que es aquella respuesta que tanto esperaban, tanto el que sueña, como yo que sigo despierto: hay alguien en casa.

la permanencia entre espacios que no estaban antes, el corazón avisando
de la pérdida de firmeza en las piernas y un constante cosquilleo en la mano derecha
con el dedo anular oficiando de telégrafo
confeccionando un telegrama
al clínico de confianza
que presagia una pronta visita.

pesa la idea de la costumbre en donde el aire no corre tanto, esa misma idea de que al limpiar la sangre, el ojo va a continuar siendo blanco

y la voz va a continuar siendo extraña

pero van a ver y van a hablar de la misma manera que lo venían haciendo antes y que lo hicieron siempre.

en la chance se presenta algo nuevo, entendiendo siempre
la calidad neutral de la novedad.

el rosa perlado es el área delimitada
que se aferra al tender,
sin saber bien aún
si el viento es gracia,
o molestia.

las frutas de temporada son espolvoreadas por la arena de un cantero cercano,

y entiendo que si me alimento de una, y después de otra y después de otra
no voy a ver los huecos de carroña que dejan los gorriones.

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