hermetismo entre
barricadas de tendones agrupados.
los pellizcos de una mano sin nombre
le prohíben la comunicación
a una muñeca que cae
desenmascarando a su paso, un rostro
que va a ser utilizado como arma de guerra.
sabiéndose de las represalias,
las defensas optan por la disección en gestos
para la reducción de la ferocidad a un 'quizás' que resulta inabarcable.
cientos de alas diminutas, ajenas al mundo,
se apilan oficiando de fortificación provisoria.
sangran las antenas al contacto,
y el calor
es el tesoro
que craquela el aire
en pequeñas fallas polvorientas
que saben bien ser cuna de desastres.
el perímetro es un círculo cerrándose sobre sí mismo.
a la inversa, una boca se abre
revelando un abanico de perlas quebradizas
que mi nombre termina de aniquilar
antes de saber si quiera
quien me llama.
alfileres perforan la superficie de la violencia,
raspan apenas la piel que brilla como señuelo para los árboles sumergidos,
cuyas ramas se enmarañan a un par de tobillos hinchados
mientras
la primavera tardía continúa empujando hacia abajo
un cuerpo al que se le niega un romance pasajero con la superficie
por consiguiente, la tensión permanece inquebrantable.
las moscas rapaces
hacen contacto con la piel añeja
de los pescados ancianos.
es en el abrazo al desecho en donde radica la nobleza.
en honor a las sombras
respiro aire sucio, trago hueso
escupo aquello que está muriendo
mientras los músculos conducen las logísticas del diálogo,
comunicándose mediante contracciones
ensanchando el pecho de tal manera
que me hacen olvidar
que cargo con un
corazón liviano.
hay un recuerdo que es el primero.
y es el momento presente el que me pide
que esta sea la memoria que ordene al resto de las evocaciones.
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