llorará,
afónica, mi voz,
al esbozar una palabra;
que el aire,
callará;
atisbase,
la afasia en mi;
pero no será ella,
si no yo,
quien pondrá fin a mis palabras,
reinará el silencio;
y recitará su canción,
luego,
llorará su pena;
y callaremos los dos;
y hablará la tinta,
apresada en prosa;
por la tristeza del poeta,
que en versos,
se despojó de su pesar;
volviéndolo la página negra,
en la que la tinta,
condenada está a retozar;
las llamas,
incendiarán el papel;
la tinta se fugará,
y la catarsis apresada,
tras su liberación,
matará al poeta;
y callaremos junto a él;
hablará la melodía,
creada a partir de un sentimiento,
por el músico;
triste es su cántico,
y mas triste su creador;
aún así,
sus manos cansadas,
posadas sobre un viejo instrumento;
emanan un sentir,
que el ser,
aún no ha perdido;
pero de la canción,
decrece su tiempo,
haciéndose,
cada vez mas lenta;
mas triste,
los acordes se hacen mas largos,
decrece su tiempo,
hasta extinguirse;
el músico ha fallecido,
y con él la melodía;
se callará su guitarra,
y con ella,
el músico,
el poeta,
y yo;
todos,
callaremos junto al silencio;
poniéndose fin a si mismo;
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