domingo, 12 de julio de 2015

Madrugada

vacío,

ante mi,
este se muestra perpetuo,

y me reconozco;

es difuminada la nada,
con tan solo un movimiento,

respiro, y siento circular mi sangre en mis venas,
late el corazón,

sigo siendo vida;

procede a tantear la creación sobre su próximo obrar,
lentamente,
ante mis ojos;

pronto,
se ve extinguida la inexistencia;

y se forma un cuerpo,

atisbo tu rostro,
y sepo reconocer el mío;

y antes, obnubilada tu visión,
ahora, sabe aflorar de su descanso;

y ves la primera luz del día,
y luego a mi,

fruncirás tu ceño;

y arremeterá,
tu mirada contra la mía;

mientras mi soñar cree profesar,
narrándome su creación,

antes de asesinarlo súbitamente;

extrañado, ya abrazo por la realidad, oigo un llanto,
y corre el tiempo, lejos de mi,
antes de dar cuenta;

que es el mío,

el de mi mirada, acariciando la exactitud;
que atestada de agua de sal,
susurra en su párpado inferior;

que huiría al verte,

aun ahogado en su pena,
atisbo la insinuación del despertar,

casi clareando, en lejanía;

pero afuera,
sigue siendo un vacío,

y mi alma, ahogada en pena,

no me permite soñar,
para crear algo de la aquella inexistencia;

oscilará mi futuro,
en un sueño, que nunca habrá de comenzar;

hasta que amanezca,
y cicatrice mi tristeza,

junto a mi soñar;

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