se quiebra el espectro invisible,
que resguarda al silencio;
tras haberse dicho la primera palabra;
así, las voces abusan del eco,
que el vacío les regala;
y velan, con sus timbres frágiles,
al enigma que el diálogo;
antes pretendía ser,
poco a poco,
de cada pequeña comisura, de cada boca,
se esboza la palabra;
las voces acrecientan su cantidad;
al mismo tiempo que se alejan unas de otras,
la pluralidad se desvanece,
y consigo, el mismo diálogo;
permaneciendo solo la ilusión del mismo,
y solo habladurías en soledad,
han de ser pronunciadas por aquellos labios;
y el eco es la falsa voz,
que contesta a quien le habla;
las cuerdas se desgastan,
al no tener el calor de otro ser,
que abrigue lo que ellas hablan;
mas que la repetición de sus palabras,
pobre el eco,
que aún no posee una palabra propia;
y pobres las voces,
que aún próximas, se encuentran solas;
y atesoran el silencio,
esperando por otra como ellas,
que puedan resolver,
el enigma del diálogo,
o el que este pretende ser;
pronto, surge otro espectro,
el silencio ha sido resguardado;
el ocaso cae sobre las voces,
y éstas,
callan;
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