e iluminará esta mente,
será divina la ejecución del pensamiento;
pero el frío,
cubriendo mi cuerpo,
como ocaso en mi piel,
cegará todo en mi,
menos mi mirar;
caerá la noche en la mirada,
y los párpados se cerrarán,
en el exacto momento de la huida del último haz de luz,
de su campo visual;
y en aquel breve momento donde aún,
tanto mi cuerpo como mi mirada permanecen iluminadas,
atesoraré mi eternidad;
fugaz, aquella,
se desvanece,
pronto, se ilumina todo el resto de mi ser,
y vuelvo a sentir;
sensibilidad en la ceguera;
ansiando cada momento donde no soy eterno,
el clarear del sol,
con plegarias,
que arraigadas a mi carne,
claman, por el retorno a lo perpetuo del ser;
por el sentir,
equilibrado;
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