sacia su sed, la continuidad,
con el agua que diluvia este despertar;
ya inundado;
enteléquico el escenario,
se desmorona el párpado dormido;
y se ahoga el cuerpo,
la continuidad en la piel es perpetua,
pero la mente paralizada se muestra,
ante la idea del pensamiento;
y aquel mal encarnado en ella,
ejecutará cientos de ocurrencias prematuras;
nublado el ser;
tantearé en su interior,
aquellos signos que adviertan,
que aquí antes existió una vida y un hambre;
un hambre de saber,
de vivir,
pero aquel idealismo de vivencia hambrienta,
sucumbió ante el egoísmo de la persistencia;
que dejó seco al despertar del ser,
y a éste, dormido para siempre;
permaneciendo así,
hasta que una mañana el diluvio clareé de nuevo sobre él,
y sepa descubrir,
las arrugas en su cuerpo, que nunca antes vio;
la piel en continuo movimiento,
dejó atrás a la idea,
que estática,
y hoy despierta, se desfallece ante la confusión;
ante lo inconexo del cuerpo y la voz,
que decrepita se oye ante sus oídos,
y mi decir,
ante el consuelo del pellejo viejo y mente vivaz
tanteará los rincones del aquel cuerpo casi muerto;
y fallecerá mi voz,
en el momento la vejez de aquella piel se desvanezca sobre mi;
y la continuidad,
sedienta, una vez más,
acechará mi caminar,
la atisbaré en mi cama,
pero dormido caeré, antes de poder hacer algo;
y beberá el agua de mi despertar;
seguirá añejándose la piel,
y seguirá paralizada la idea,
hasta que el diluviar,
caiga sobre mi,
y encuentre así, a mi cuerpo decrepito,
sucumbiendo sobre una piel vivaz;
seré, luego de fallecer,
la sed de la continuidad,
clamando venganza;
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