domingo, 9 de agosto de 2015

Seré

sacia su sed, la continuidad,
con el agua que diluvia este despertar;

ya inundado;

enteléquico el escenario,

se desmorona el párpado dormido;
y se ahoga el cuerpo,

la continuidad en la piel es perpetua,

pero la mente paralizada se muestra,
ante la idea del pensamiento;

y aquel mal encarnado en ella,
ejecutará cientos de ocurrencias prematuras;

nublado el ser;

tantearé en su interior,
aquellos signos que adviertan,

que aquí antes existió una vida y un hambre;

un hambre de saber,
de vivir,

pero aquel idealismo de vivencia hambrienta,
sucumbió ante el egoísmo de la persistencia;

que dejó seco al despertar del ser,

y a éste, dormido para siempre;

permaneciendo así,
hasta que una mañana el diluvio clareé de nuevo sobre él,

y sepa descubrir,
las arrugas en su cuerpo, que nunca antes vio;

la piel en continuo movimiento,
dejó atrás a la idea, 

que estática,
y hoy despierta, se desfallece ante la confusión;

ante lo inconexo del cuerpo y la voz,

que decrepita se oye ante sus oídos,

y mi decir,
ante el consuelo del pellejo viejo y mente vivaz

tanteará los rincones del aquel cuerpo casi muerto;

y fallecerá mi voz,
en el momento la vejez de aquella piel se desvanezca sobre mi;

y la continuidad,
sedienta, una vez más,

acechará mi caminar,

la atisbaré en mi cama,

pero dormido caeré, antes de poder hacer algo;

y beberá el agua de mi despertar;

seguirá añejándose la piel,
y seguirá paralizada la idea,

hasta que el diluviar,
caiga sobre mi,

y encuentre así, a mi cuerpo decrepito,
sucumbiendo sobre una piel vivaz;

seré, luego de fallecer,
la sed de la continuidad,

clamando venganza;

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