jueves, 20 de agosto de 2015

Manos

las manos ejecutaron la mutilación,
hundiendo y ahogando la sangre y el cuerpo

diluyendo su pureza;

y extinguiendo lentamente su aullido,

luego, las causantes, efectuaron su huida;

y una luz tras el siniestro,
sobre el recuerdo del padecimiento se posó; 

que cegó mi sed,

despertándola;

mi boca pues así,
chorreó del agua ensangrentada,

desvaneciéndose el pensamiento,
tras haber corrompido la divinidad de dicho elixir,

mis manos,

de mí, se alejaron miles de días;

mi mente atrapada en el presente desesperó,

pululearón las lágrimas pavorientas,
bajo el párpado indiferente,

aún así, el pensamiento,
ideo la forma de hallar la calma de donde solo se había presentado la confusión,

solo la mente sabía como;

el vaivén, del andariego pensar,
púsose en marcha nuevamente,

luego del despertar de su razón;

que inmediatamente,
engendró una idea,

aquella gesta,
digna de una narración extraordinaria,

realizó un secuestro a la movilidad de la piel,

del cuerpo;

la tersura de la misma,
permaneció estática durante la deliberación del pensar;

la mirada, no partícipe de la idea,

se enterneció con la nostalgia,
que la ausencia de las manos en el cuerpo dejaba sentir;

emanaron lágrimas sus comisuras,

y la sal alimentó mi sed saciada,
dormida,

y olvidada en algún recóndito lugar de mi cuerpo;

irónico era el contrapunto de mi ser,

fluido el pensar,
y estancado el movimiento;

estancada la piel y la mirada,

juntas, se avejentaron,

y agrietaron sus células;

la mirada, ya harta de llorar para mantenerse viva,
terminó por secarse y amigarse con la ceguera,

miles de días transcurrieron,

en tinieblas para mí;

mi mente flameaba su jovial función,
aún prevaleciendo la formación de la idea,

ya anciana como mi cuerpo

que se desmoronaba,
cayendo pedazo a pedazo;

mis manos,
estáticas como mi cuerpo, 

en la continuidad del tiempo, me hallaron;

se conmovió mi mirada,
y la tristeza,

inundó el vacío donde antes estaban mis ojos;

pero dichas manos,
para ese entonces no me pertenecían,

ni a mi, ni a nadie;

sus ideas eran propias,
al igual que sus intenciones,

lo conmovedor mutó en miedo;

pavor en la piel y en la mirada inexistente,

mis reflejos permanecían estáticos,

inamovible se mostraba mi cuerpo;

el corte, dejó escapar gran parte de mi vitalidad,

la mirada aún recordaba el color rojo;

no lo veía para ese entonces,
pero lo sentía,

sentía su caída y sentía el dolor;

sintió la agonía,

la piel permaneció en silencio;

el ser fue aniquilada en instante,
del último latir del corazón,

ajeno a todo;

luego, las manos hundieron la sangre y el cuerpo

(mi sangre,
                 mi cuerpo)

y huyeron del agua ensangrentada,

donde fue diluida la pureza;

pero aún extinto el ser,
la idea prevaleció,

y anhelará prevalecer, como espíritu de luz,

vagando,
buscando un recuerdo para posarse en él,

al igual que tratando de hallar, 
un hogar para crecer,

y darle calma a un cuerpo,

solo como la mente (la idea),

sabe como;

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